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18 de Septiembre, 2007Las ciencias cognoscitivas
Por Episteme - 18 de Septiembre, 2007, 14:52, Categoría: Cognoscitivismo
F. Varela, afirma que en Occidente no se ha escrito la historia natural del conocimiento de sí-mismo, pero sí han habido precursores de las ciencias cognitivas, se refiere a todos aquellos, que se han dedicado al estudio y especulación de la mente humana, como fuente primordial y ejemplo de la cognición y el conocimiento. La mutación, que tiene apenas treinta o cuarenta años, al igual que como lo hizo en su tiempo el programa darwiniano, ha provocado que el conocimiento sea ligado con una tecnología, capaz de producir cambios sociales, incluso sobre las mismas causas que en nuestra sociedad le han dado surgimiento. Cabe señalar, como una de las expresiones más tangibles de este cambio, el fenómeno cada vez más desarrollado de "la inteligencia artificial". Con ello, la sociedad va produciendo una exploración científica de la mente, que hace que las sociedades puedan verse a sí mismas. ¿Seremos capaces hoy de imaginar nuestras sociedades sin una pantalla que nos esté informando y comunicando, sin satélites que nos conecten, sin Internet ni correo electrónico, sin robots que nos faciliten la producción, sin calculadoras, sin tarjetas magnéticas? Al ver todas estas características nos reconocemos como un momento distinto de la historia de la humanidad, con cambios y avances vertiginosos y fascinantes, pero que, a la vez, nos sumergen en una pregunta límite: ¿Hasta donde llegará el desarrollo de la capacidad humana, de la mente y su ingenio? Al reconocernos como una etapa distinta de la sociedad, nos damos cuenta que todos los avances se guían por un modelo o prototipo: la mente humana, la conciencia, las habilidades sensorio-motrices, el habla comunicacional del hombre. Otear el horizonte del mundo es mirar al hombre y su sombra, cada giro del planeta, en su traslación y rotación, es al mismo tiempo el hombre que avanza y el hombre que queda atrás. Consecuentemente, hoy somos capaces de cuestionarnos sobre cómo se constituye la mente y, si se le puede o no manipular para fines de diversa aplicación. Y, lo que antes era una cuestión espontánea en la comprensión de la mente, hoy es un esfuerzo, por lograr una comprensión de la mente a través de la ciencia considerando su emergente y constante estado de transformación. Cabe destacar, que por primera vez la comunidad científica internacional, ha reconocido las investigaciones del conocimiento mismo como legítimas, rebasando los límites impuestos por ella, dejando cabida, por ejemplo, a estudios interdisciplinarios con áreas de investigación no antes exploradas, como la fenomenología, la neurobiología, la lingüística. Este cambio, ha llevado al conocimiento a involucrarse con otro fenómeno moderno: Hoy, nuestra sociedad es capaz de hacerse preguntas tales como: "¿Es la mente una manipulación de símbolos? ¿Puede una máquina comprender el lenguaje?"[ii] ¿Serán capaces las máquinas de realizar tareas sólo privativas del hombre, e incluso realizarlas de mejor manera? Nuestra era, lentamente ha ido superando el reduccionismo y dogmatismo científico que gobierna la legitimación de las teorías. La verdad absoluta, la búsqueda de una realidad objetiva se ha debilitado y ha surgido una nueva forma de validación y reconocimiento, más cercano a la intersubjetividad teórica. Hoy en día, diferentes disciplinas pueden estudiar un mismo fenómeno, desde diversos intereses y perspectivas, llegando no siempre a las mismas conclusiones; esto ha enriquecido el debate y la investigación, ampliando las posibilidades para describir un fenómeno, dando cabida a una colaboración abierta, para enfrentar la dinámica de los cambios y que van desde la "teoría de la relatividad (Einstein) al desarrollo de la mecánica cuántica y cómo minaron sus principios; también pusieron en tela de juicio, la posibilidad de la percepción objetiva pura"[iii]. No obstante, las ciencias cognitivas aparecen como un "mosaico" de perspectivas compatibles en mayor o menor grado referidas a un mismo dominio. Pero, aún las ciencias están atravesadas por ciertas "corrientes de poder", que manejan la legitimación de teorías. Nos dice Jeremy Hayward: "Cualquier hecho sugerido por la observación que vaya contra las teorías imperantes tiende a ser descartado"[iv]. F. Varela busca abrir espacio para un cúmulo de reflexiones e investigaciones, todas ellas novedosas y con argumentos potentes, pero que no provienen desde el centro hegemónico de las ciencias, que pueden tender sendas a nuevas posibilidades de mirar al hombre y al mundo. Él mismo se confiesa como un "inveterado amante de la heterodoxia"[v]; sin embargo, siempre un científico y un investigador con serias intenciones. Las Ciencias y Tecnologías Cognitivas, o "CTC" como las llama F. Varela, son un híbrido de diversas disciplinas interrelacionadas y donde cada cual, aporta sus intereses y preocupaciones propias. Las ciencias cognitivas, como muchas otras, poseen una parte "formal", "pura" o "dura" y otra "aplicada". Los diferentes intereses estudiados, no se quedan en la teorización, que permite ayudarnos a conocer la realidad de la mente y su funcionamiento, sino que, se concreta en distintos tipos de aplicaciones. Sin duda, las más notables aplicaciones se han hecho en el ámbito de Percepción Reconocimiento de imágenes. Lenguaje Comprensión del lenguaje. Inferencia. Sistemas de programas. Acción Robótica. Etapas sucesivas de las ciencias y tecnologías de la cognición. 1ª Fase: Los años Fundacionales. 1940 – 1953. 2ª Fase: Los Símbolos: El Paradigma Cognitivista. 3ª Fase: La Emergencia: Una alternativa ante la manipulación de símbolos. 4ª Fase:La enacción: Una alternativa ante la Representación. Este abordaje en Cuatro Etapas reconoce la base de algo que ya esta establecido como un "paradigma"[vi]. Este paradigma, según F. Varela, se ha perfilado claramente en las dos primeras etapas de las CTC y ha allanado el camino a nuevas perspectivas emergentes, propias de la tercera y cuarta etapa. Para conocer más detalladamente el desarrollo histórico y teórico de cada una de las fases, a continuación, trataremos en breves enunciados a cada una de ellas, destacando los elementos relevantes y los acentos puestos en cada caso. Primera Fase: Los Años Fundacionales. 1940 – 1956. Los "Padres fundadores", como los llama el autor, tenían muy claro que sus investigaciones conducirían a una nueva ciencia y la bautizaron con el nombre de "Epistemología"[vii]. F. Varela también llama a este periodo Dos de los exponentes más destacados de la etapa, cibernética, son Warren Mc Culloch y Walter Pitts. Ellos aseguraban, que la lógica era una disciplina que podía ayudar a comprender, tanto el cerebro como la actividad mental. Para ellos, el cerebro no era más que un "artilugio que corporiza principios lógicos en sus componentes o neuronas"[x]. Fue justamente bajo esta concepción, que se dio origen a lo que conocemos como "ordenadores digitales"[xi]. A esta etapa, también se la llama "epistemológica". Esta expresión es poco usada en Alrededor del año 1953, la mayoría de los cibernéticos se fueron distanciando o murieron. Algunos de los principales resultados de esta primera fase son[xii]: 1.- El uso privilegiado de la lógica matemática, para comprender tanto el funcionamiento del sistema nervioso, como del razonamiento humano. 2.- Se inventan y crean máquinas de procesamiento de la información (los primeros operadores digitales), que van a constituir la base, de lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial. 3.- Instauración de una meta – disciplina, la teoría de los Sistemas, que ha influido en muchas áreas de la ciencia (Administración, biología, antropología, sociología, economía, y otras). 4.- La "teoría de la información", como una teoría estadística de la señal y de los canales de comunicación, que constituye la base de muchas de las actuales tecnologías de la comunicación. 5.- la construcción y experimentación con los primeros ejemplos de sistemas autoorganizativos y autónomos ( prototipos de robots) Los aportes de esta primera fase de las CTC son muy amplios. Muchas de estas ideas hoy son parte habitual de nuestras vidas, pero antes de la década de los 40 no existían, no se habían pensado. Para los padres fundacionales, la mente humana era un mero mecanismo. En la década de los 50, se dará paso a una nueva perspectiva más desarrollada y que hasta nuestros días, es acogida por las corrientes más ortodoxas de Segunda Fase: Los Símbolos: 1956 fue el año de nacimiento de una nueva etapa de las ciencias cognitivas. Ese año se llevaron a cabo reuniones científicas en Cambridge y Darmouth, donde personajes como Herbert Simon, Noam Chomsky, Marvin Minsky o John McCarthy, afianzarían una serie de ideas que configurarían las líneas de investigación, reflexión y acción de las ciencias cognitivas. Es así como se da inicio al Cognitivismo[xiii]. La intuición central de este nuevo enfoque, es que "la inteligencia -la humana incluida- se asemeja tanto a la informática en sus características esenciales que la cognición se puede definir como computaciones de representaciones simbólicas"[xiv]. En esta etapa, la mente humana es equiparada a un computador u ordenador, es decir, una de las tesis, entre tantas, de la fase anterior es reconocida en ésta como hipótesis central. En esta Fase nuclear de las ciencias cognitivas, la Cognición[xv] es entendida como computación. Como ya citamos una computación es un proceso que se lleva a cabo mediante símbolos o elementos que "representan" aquello que designan o aquello a que se refieren. Una idea central es la noción de "representación" o "intencionalidad", es decir, está referida a lo que se entiende generalmente en filosofía como algo "acerca de" algo o como una adecuatio rei ad cerebrum - adecuación de las cosas en el cerebro (sic) - o, incluso, adecuatio rei ad Máquina (sic), pensando en la visión que muchos cognitivistas tenían del cerebro: un sistema central. Para los cognitivistas toda conducta inteligente supone la capacidad del agente o sujeto cognoscente para representarse el mundo, como si éste, el mundo, fuera ya de cierta manera. Esto nos hace pensar en un mundo dado y objetivo, del cual, el agente cognoscente, representa los rasgos fundamentales de la situación, o porción de mundo, en que se encuentra: "existe un mundo exterior que debemos conocer y la tarea del sistema nervioso es hacerlo mediante la aprehensión de sus características"[xvi]. Para este paradigma, mientras más precisa sea la representación de los rasgos relevantes de esa porción del mundo, mayor éxito alcanzará, siempre y cuando los rasgos representados no cambien en En segundo lugar, el cognitivismo afirma que la manera unívoca de explicar tanto la inteligencia como la intencionalidad, se logra impulsando una hipótesis donde la cognición es entendida como acción "a partir de representaciones que se realizan físicamente en forma de un código simbólico dentro del cerebro o de una máquina"[xvii]. Para el cognitivismo, la computación humana es simbólica, esto da entender que los símbolos son elementos físicos, pero a la vez semánticos. Toda computación de símbolos se encaja y se rige por la carga de significados o de valores semánticos que poseen estos símbolos. Esto explicaría una necesaria correlación existente entre los estados intencionales o representacionales (creencias deseos, intenciones...) y los cambios físicos que se dan en la conducta del agente. Dicho de otra forma, esto explicaría la causa de la conducta humana a partir de la representación e interpretación de símbolos rescatados del mundo objetivo. En el caso de ciertos computadores, sólo se observa una operación sobre la base física de los símbolos que computa, no se reconoce en ellos conducta. Sin embargo, cada programa puede ser perfilado de tal forma que pueda reconocer y leer la distinción semántica del lenguaje computacional utilizado, es decir, reconozca los códigos y los decodifique. "Para un ordenador, la sintaxis es reflejo o paralelo de la semántica"[xviii]. Si la conducta y la inteligencia en los humanos se entienden gracias al significado o intencionalidad con que se representa o computa, para el computador el orden y contexto de los símbolos produce ciertos tipos de computaciones presentes en ciertos programas. La hipótesis cognitivista, por tanto, es "que los ordenadores brindan un modelo mecánico del pensamiento,... el pensamiento consiste en computaciones simbólicas y físicas. Las ciencias cognitivas se transforman en el estudio de esos sistemas simbólicos cognitivos y físicos"[xix]. Hay que tener en cuenta, que si bien los símbolos se computan a nivel físico, esto no quiere decir que la cabeza o el cerebro del hombre este lleno de pequeños elementos físico-espaciales, no hay "simbolitos" moviéndose de un lugar a otro. La actividad cerebral puede ser descrita por un encefalograma pero no por una radiografía que nos muestre componentes físicos como letras, paisajes, ideas o deseos. Para F. Varela el programa cognitivista se puede sintetizar de la siguiente forma: "1.- PREGUNTA: ¿Qué es la Cognición? RESPUESTA: Procesamiento de la información como computación simbólica, es decir, manipulación de símbolos basadas en reglas. 2.- PREGUNTA: ¿Cómo funciona? RESPUESTA: A través de cualquier dispositivo que pueda soportar y manipular elementos funcionales discretos: los símbolos. El sistema interactúa sólo con la forma de los símbolos(sus atributos físicos), no su significado. 3.- PREGUNTA: ¿Cómo sé cuando un sistema cognitivo funciona adecuadamente? Por lo tanto, para el cognitivista el mundo existe como algo exterior al individuo que lo representa a partir de símbolos. Lo que se quiere lograr, es averiguar como esta configuración interna del hombre, que llamamos mente, representa y procesa la información, para luego dar respuestas adecuadas y eficientes en el medio externo. No obstante, se reconoce que si bien el cerebro puede ser comparado a un operador digital (computador), el sistema cognitivo o mental del hombre es mucho más intrincado y complejo que un sistema computacional o programa. El enfoque cognitivista recoge como su interpretación más literal a El cerebro es visto por los cognitivistas como un perfecto procesador de información que reacciona selectivamente ante ciertas características ambientales. Esta mirada, en particular, ha influido, prácticamente a toda la neurobiología, la que da por sentado estos juicios. Un ejemplo muy gráfico de esta visión se da en la teoría de la "célula abuela" de H. Barlow donde los conceptos se corresponden con las percepciones, que a la vez están asociadas a ciertas neuronas específicas[xxi]. De esta forma, el enfoque cognitivista pasaría a ocupar el lugar privilegiado en la ortodoxia de las ciencias cognitivas, en especial, en la psicología cognitiva, la lingüística y Tercera Fase: La Emergencia: Una alternativa ante la manipulación de símbolos. En esta etapa el tema central será la noción de "propiedades emergentes" y nace como una superación del enfoque anterior donde predominaba la manipulación de símbolos. Ya, desde los años fundacionales de las ciencias cognitivas, hubo controversias sobre si existía o no en los cerebros alguna norma o procesador lógico central o si su información se encontraba o no localizada y almacenada en direcciones o lugares precisos. En 1949, Donald Hebb "sugería que el aprendizaje se podía basar en cambios cerebrales que surgen del grado de actividad correlativa entre neuronas"[xxii] , dicho en otras palabras, los cerebros operarían sobre la base de interconexiones masivas, de forma distribuida, donde la misma conectividad cambiaría según Desde la década de 1970, hubo un creciente renacer de estas ideas. Lo que motivo el dar un nuevo vistazo al conexionismo o autoorganización, fue la existencia de dos deficiencias del cognitivismo o Representacionismo: 1) El procesamiento de información simbólica se basa en reglas secuenciales, aplicadas una a 2) El procesamiento simbólico está localizado y, la pérdida o mal funcionamiento de uno de sus componentes, es decir, cualquier parte de los símbolos o del sistema, conlleva a una falla o daño grave a nivel global; mientras, al contrario, las operaciones distribuidas aseguran una relativa equipotencialidad e inmunidad que suplirían cualquier mutilación o falla de uno de los elementos conectados en red. Si bien, no se puede hablar de una teoría formal unificada de la Emergencia, al contrario, existen variados puntos de vista acerca de qué es la ciencia cognitiva y cuál es su futuro, podemos mencionar ciertos principios básicos: "1.- PREGUNTA: ¿Qué es la Cognición? RESPUESTA: La emergencia de estados globales en una red de componentes simples. 2.- PREGUNTA: ¿Cómo funciona? RESPUESTA: A través de reglas locales que rigen las operaciones individuales y, de reglas de cambio que rigen la conexión entre los elementos. 3.- PREGUNTA: ¿Cómo sé cuando un sistema cognitivo funciona adecuadamente? RESPUESTA: Cuando vemos que las propiedades emergentes (y la estructura resultante) se corresponden con una aptitud cognitiva específica: una solución adecuada para la tarea requerida"[xxiii]. Este nuevo enfoque provocó una nueva manera de concebir el cerebro, el cual necesariamente operaría bajo propiedades emergentes y, las neuronas operarían como miembros de una serie de conjuntos que aparecen y desaparecen repetidas veces. Cada neurona tendría una determinada y distinta respuesta según cada contexto y conexión. Por lo cual, el cerebro ya no sería un sistema central unificado de procesos informativos sino, más bien, un sistema altamente cooperativo, desde lo local a lo global y de lo global a lo local; entre el sistema y los subsistemas; entre los subsistemas y los elementos locales. El sistema en conjunto cobraría coherencia, a pesar de que sus componentes por separado no Estas conclusiones han tenido variadas consecuencias en diversas áreas de investigación y estudio. Es así que podemos encontrar modelos emergentes o autoorganizativos en la física, en las matemáticas no lineales, en la inteligencia artificial, en inmunología, en genética, en psicología experimental, en economía y sociología. Cuarta fase: El Enfoque Enactivo: Una alternativa a la representación. Las diferentes fases del desarrollo de las ciencias cognitivas, paulatinamente, han dado lugar a una tendencia que avanza cada vez más hacia la temporalidad de la cognición como historia vivida, y se aleja de aquella actitud objetivista/subjetivista que predomina en la ciencia occidental moderna. F. Varela, comprometido en esta tarea, nos ayuda a comprender que, hasta hoy, al intentar definir lo qué es la cognición ha existido una falta de sentido común. Para F. Varela, la cognición ya no puede ser identificada con una representación de un mundo externo, sino que debe transformarse en una "acción corporeizada" inextricablemente ligada a historias vividas. Hasta el momento, la cognición ha sido vista como representación y su principal función consistía en "resolver problemas". Pero para F. Varela, el éxito de cualquier actividad depende necesariamente de habilidades motrices adquiridas y del uso continuo del sentido común o "know how", ya que, se trata de una especie de "disposición" o "conocimiento práctico" que se basa en la acumulación de experiencia adquirida en un gran número de casos. El know how contextual se transforma así en la esencia misma de la cognición creativa. La fuente filosófica hacia el sentido común, la encontramos en filósofos europeos, especialmente en la escuela hermenéutica, y se desprende de la obra temprana de M. Heidegger y también de H. Gadamer, M. Foucault o M. Merleau-Ponty. La hermenéutica, que en principio nace como una forma de interpretar textos antiguos, "denota todo el fenómeno de la interpretación, entendida como "enactuar" o "hacer emerger" el sentido a partir de un trasfondo de comprensión"[xxiv] La mayor capacidad de la cognición viviente consiste en gran medida en plantear las cuestiones relevantes que van surgiendo en cada momento de nuestra vida y que no son predefinidas sino enactuadas: se las hace emerger desde un trasfondo, ya que, el conocimiento se relaciona con el hecho de estar en un mundo que resulta inseparable de nuestro cuerpo, nuestro lenguaje y nuestra Las ciencias cognitivas, entonces, asumen este desafío: cuestionar el supuesto que el mundo es independiente del conocedor. Al contrario, "conocedor y conocido, la mente y el mundo se relacionan mediante una especificación mutua o un coorigen dependiente"[xxvi], es decir, surgen o emergen conjuntamente. De ahí que, no podamos ponerlos en ninguno de los dos polos (¿Qué es primero el huevo o la gallina?"): Por un lado, el objetivismo representacionista (Postura de la gallina) que propone que el mundo está afuera de nosotros y tiene leyes fijas, precede a la imagen que nos hacemos de él y que proyecta sobre nuestro sistema cognitivo, el cual captura y representa mediante símbolos. Por otro lado, el subjetivismo solipsista, conexionista o constructivista (Postura del huevo) que plantea que es el sistema cognitivo o el propio organismo, y la solidez de sus propias leyes internas, quien crea o construye su propio mundo. El enfoque enactivo propone una vía intermedia: "nuestra intención es sortear esta geografía lógica de "interno-externo" estudiando la cognición ni como recuperación ni como proyección, sino como acción corporeizada"[xxvii]. "Acción corporeizada" quiere decir dos cosas: (1)"la cognición depende de las experiencias originadas en la postura de un cuerpo con diversas aptitudes sensorio-motrices: (2) estas aptitudes sensorio-motrices están encastradas en un contexto biológico, psicológico y cultural más amplio"[xxviii]. Por lo tanto, lo biológico y la experiencia vivida son inseparables. Nuestro cuerpo es a la vez un organismo vivo y ser que vivencia. Al mismo tiempo, el ambiente (Unwelt) emerge a través de la puesta en acto del ser del organismo y, a la vez, el organismo vive porque el ambiente se lo permite -el organismo configura o inicia el medio ambiente pero a la vez es modelado por él. Para el enfoque enactivo, las personas, los objetos, el mundo, no se ven por medio de la extracción de rasgos posibles de representar o simbolizar, sino que son enactuados e interactuamos con ellos mediante la guía sensorial de la acción, esto constituye la historia de nuestro acoplamiento estructural donde conocedor y conocido se codeterminan y se constituyen recíprocamente. En consecuencia, la cognición deja de ser un dispositivo que resuelve problemas mediante representaciones, para hacer emerger un mundo donde el único requisito es que la acción sea efectiva: por lo tanto, podemos responder a las mismas preguntas de las fases anteriores con las siguientes respuestas: "PREGUNTA N° 1: ¿Qué es la cognición? RESPUESTA: Acción efectiva: historia del acontecimiento estructural que enactúa (hace emerger) un mundo. PREGUNTA N° 2: ¿Cómo funciona? RESPUESTA: A través de una red de elementos interconectados capaces de cambios estructurales durante una historia ininterrumpida. PREGUNTA N° 3: ¿Cómo saber que un sistema cognitivo funciona adecuadamente? RESPUESTA: Cuando se transforma en parte de un mundo de significación preexistente (como lo hacen los vástagos de toda especie), o configura uno nuevo (como ocurre en la historia de la evolución)"[xxix]. Las representaciones han dejado de cumplir papel alguno, la inteligencia ya no desempeña la propiedad de resolver problemas y ha pasado a entenderse como la capacidad de ingresar en un mundo compartido. Las ciencias cognitivas y su investigación práctica se ven afectadas por el enfoque enactivo, no sólo la robótica y la inteligencia artificial, sino también En esta cuarta fase, que corresponde a las teorías de la enacción, encontramos las tres categorías básicas del pensamiento vareliano respecto del conocer y que son, al mismo tiempo, las categorías centrales de nuestro trabajo. Por tal razón, le dedicaremos un capítulo completo. Las categorías son: enacción, microidentidades y Micromundos. No obstante, resulta necesario dar un paso previo para entender mejor estas mismas nociones. El paso es detallar en forma general las tradiciones de Sabiduría que salen al paso de las Ciencias cognitivas; pues en tal encuentro aparece con más claridad la postura de F. Varela Conclusiones. El segundo momento, corresponde al enfoque enactivo. Hay que entenderlo en conexión con el momento anterior; pues profundiza la comprensión de los postulados biológicos allí desarrollados. El surgimiento de este segundo momento está mediado por los lazos teóricos y vivenciales que F. Varela asume con la fenomenología y el budismo. El concepto de máquina es reemplazado por el concepto de cuerpo, evolución que explicare mejor en clases posteriores. La teoría del conocimiento se transforma y deviene en postulados éticos y se comienza a forjar un método de trabajo que F. Varela menciona como ecología filosófica o neurofenomenología, dependiendo de ciertos matices. El resto de los textos mencionados corresponden a esta etapa. "Conocer" es un texto que trata los postulados básicos de la teoría del conocimiento, en diálogo con las diferentes posturas desarrollada al interior de las ciencias cognitivas. "Ética y Acción", "Habilidad ética" y "De cuerpo presente" tratan en más detalle los postulados éticos, aunque con el vicio editorial de la reproducción textual en muchos pasajes. Por último, están los textos que recopilan las conferencias "Mente y Vida" con el Dalai Lama, los cuales se dirigen a dar cuenta de la práctica de transformación del sujeto que F. Varela asumió privilegiadamente, es decir, el Budismo, y el modo en cómo lo entiende al contacto de las ciencias cognitivas. "El fenómeno de la Vida" tiene pasajes que corresponden al enfoque enactivo y otros, al momento de Esta mirada general al desarrollo intelectual de F. Varela y la explicación de sus fuentes principales nos preparan para entender más acabadamente los conceptos de enacción, microidentidades y micromundos, que desarrollaré a continuación. Se trata del primer paso, según el propio camino que trazó Varela: Del conocer a la ética y a las prácticas concretas de transformación. Notas: [i] Varela, F. Conocer. Las Ciencias cognitivas: Tendencias y perspectivas. Cartografía de las ideas actuales. Ed. Gedisa Barcelona 1990. [ii]. Varela, F.Conocer. Op. Cit. pág. 13. [iii] Varela, F.; Hayward, J. Un puente para dos miradas. Conversaciones con el Dalai Lama sobre las Ciencias de [iv] Ibid. pág 36. [v] Varela, F. Conocer. Op. Cit p. [vi] Un paradigma, según E. S. Kuhn es el modo habitual de referirse al conjunto coherente de ideas científicas que se aceptan como explicación de un "corpus" fenomenológico. [vii] F. Varela utiliza el término "epistemología" más cercana a la connotación de origen anglosajona, este sentido del término se relaciona fuertemente con lo que solemos llamar "Teoría del Conocimiento", y no le da la connotación que se ha aplicado en Francia, donde se utiliza en estrecha relación con lo que entendemos por "historia y/o Filosofía de las Ciencias" Cf.: Varela, F.Conocer. Pág. 30. [viii] Cf.: Rosh, Thompson y Varela, F. De cuerpo presente. (The Embodied Mind) Op cit. Pág. 62. [ix] El termino cibernéico proviene de la palabra de origen griego: "cibernetes", que significa el "arte del piloto", es decir, del que sabe conducir, del que gobierna. Actualmente se la entiende como la imitación, a través de las máquinas, de los sistemas de regulación de los seres vivos. [x].: Rosh, Thompson y Varela, F. De cuerpo presente. Op. Cit Pág. 63. [xi] "Un ordenador o computador es un artilugio físico (artefacto) construido de tal modo que un conjunto particular de sus cambios físicos se puede interpretar como computaciones. Una computación es una operación llevada a cabo sobre símbolos, es decir, sobre elementos que representan aquello a que aluden". Ibid. Pág. 32. [xii] Cf.: Varela, F.Conocer. Op cit. p. 34 – 35. También en Rosh, Thompson y Varela, F.De cuerpo presente. Op cit p. 62. [xiii] "A veces se describe el cognitivismo como el "paradigma simbólico" del "enfoque informático". Aquí ambas designaciones serán sinónimas" (Nota del autor) Rosh, Thompson y Varela, F. De cuerpo presente. Op. cit Pág. 32. [xiv] Ibíd. Pág. 64. [xv] Término que deriva del latín cognitio, -entablar conocimiento con- entendido generalmente como el proceso mental con el que se adquiere conocimiento, que supone, fundamentalmente, la percepción, el recuerdo, la imaginación, el concepto y la idea o pensamiento [xvi]Varela, F.El fenómeno de [xvii] Ibíd. Pág. 65. [xviii] Ibíd. Pág. 65. [xix] Ibíd. Pág. 66. [xx] Ibíd. Pág. 67. [xxi] Varela, F. cita la obra "Single Units and Sensation: A Neuron Doctrine for Perceptual Psycology" de H. Barlow, en especial las páginas 371-394. (Perception 1, 1972). [xxii]Varela, F. et alts.. De cuerpo presente. Op. cit. Pág. 113. [xxiii] Ibíd. Pág. 126. [xxiv]Varela, F. De Cuerpo Presente. Op Cit. Pág. 176. [xxv] Nuestro mundo, por lo tanto, no está en un "allá afuera", en una "realidad pre-dada", sino que se constituye, emerge de nuestra capacidad de comprensión arraigada a nuestra estructura de corporización. No nos representamos el mundo, sino que lo hacemos emerger. Nuestro conocimiento es el resultado de la interpretación que surge de esta capacidad que tenemos de comprender desde nuestra corporización biológica, pero que se experimenta, se vive, dentro de un dominio de acción consensual e historia cultural. Fenomenológicamente hablando, "tenemos un mundo", existimos con él y en él, porque somos en y con el mundo podemos tener una precomprensión que emerge de nuestra experiencia vivida. El significado nace de nuestra experiencia corporeizada y de las estructuras preconceptuales de nuestra sensibilidad. Percibimos, nos orientamos e interactuamos con los objetos, los acontecimientos y las personas. Pero estos modelos corporeizados no son intimistas ni solipsistas, es decir, en ningún caso se restringen a la persona que los experimenta. Interpretamos en una comunidad según modelos de sentimiento y modalidades culturales compartidas de experiencia que constituyen "nuestra" comprensión significativa y coherente de nuestro mundo. Cf. F. Varela. Ibíd. Pág. 177. [xxvi] Ibíd. Pág. 178. [xxvii] Ibíd. Pág. 202. [xxviii] Ibíd. Pág. 203. [xxix] Ibíd. Pág. 240. Disponible en: http://es.geocities.com/nayit8k/apuntes/maqu/cogn.doc El mito de la ciencia
Por Episteme - 18 de Septiembre, 2007, 13:46, Categoría: Filosofía de la ciencia
El Mito de la ciencia. No parece exagerado afirmar, por paradójico que resulte, que la ciencia es uno de los grandes mitos de nuestro tiempo. Nuestra sociedad rinde culto a la ciencia aunque no sabe muy bien (quizá porque no sabe muy bien) en qué consiste aquello que venera: el científico por su parte parece muy consciente de su propia ascendencia social y, en consecuencia, tiende a reforzar con signos externos la excelsitud de su tarea en vez de reforzarse (salvo raras excepciones) por salvar la distancia que existe entre la sociedad y él. Los mismos filósofos que pueden adoptar frente a la ciencia tanto una actitud de admiración e identificación como de crítica y "superación", se mantienen por lo general, en todo caso, dentro de la más estricta observancia del tabú: la ciencia no se pude tocar. Ante el fracaso de los últimos intentos de "reforma" filosofía de la ciencia, como el de Bergson, la actitud que predomina ahora entre quienes no quieren identificarse con (o "reducirse" a) el espíritu científico (generalmente con el propósito de salvar así el espiritualismo que ven amenazado por la ciencia) consiste a lo más en delimitar respetuosamente los campos y establecer pactos de no agresión renunciando de antemano a cualquier tipo de ingerencia en asuntos ajenos. Los filósofos más recalcitrantemente anticientíficos parecen así lanzados a una veloz carrera hacia la esquizofrenia intelectual, una especie de versión actualizada de la doctrina medieval de la doble verdad[1]. Y la comparación no es ociosa, puedes en último término se podría afirmar que nuestra sociedad es tan científica como la medieval pudo ser teológica: en ambos casos lo que predomina es una forma de pensamiento que ante todo y sobre todo resulta ser una dogma y un misterio. Apurando las cosas se podría afirmar, con cierto buen sentido, que la ciencia es una forma actual de la religión[2]. Ante esta situación pensamos que una de las tareas urgentes del filósofo crítico de la ilustración de nuestros días, es contribuir a disolver el mito de la ciencia. Quien haya leído la última frase puede pensar que se encuentra ante algo así como el comienzo de un nuevo ataque de la filosofía contra Como se vera en las paginas que siguen, la mitología de la ciencia que vamos a intentar desmontar tiene sus bases en una concepción positivista (es decir, entre otras cosas, cientificista y dogmática pero para nosotros la raíz de la mitificación no reside en el cientificismo positivista (ciencia = saber), sino en la actitud dogmática (saber = "sabiduría" o conocimiento absoluto, definitivo, etc.)[3]. A nivel de la filosofía de la ciencia este dogmatismo se localiza sobre todo en un dato que, de puro generalizado, normalmente apenas si se puede percibir: el hecho de que en cualquier discusión se de siempre por supuesto el contenido del concepto de ciencia. Para nosotros este concepto no es – o no es enteramente- algo dado de una vez por todas, sino precisamente algo que hay que construir (y reconstruir a cada paso de la historia). Su construcción será precisamente el objetivo fundamental de la filosofía de 1. la ciencia es infalible o al menos absolutamente objetiva y progresiva; 2. la ciencia es neutral; 3. la ciencia es autónoma. 1. La infalibilidad, la objetividad y el progreso de la ciencia Para una concepción positivista de la ciencia (para la concepción predominante en nuestra cultura) el conocimiento científico es un conocimiento seguro y su alcance es ilimitado. Lo más claro, sin embargo, de esta idea de la ciencia es un carácter mítico. Distinguiremos en este mito una formulación fuerte y una formulación débil. La formulación fuerte es la que se corresponde, estrictamente hablando, con el mito de la infalibilidad de 1) La verdad científica es absoluta y definitiva: un enunciado realmente científico (que normalmente quiere decir comprobado), tiene un valor igual. Y muy semejante al de un enunciado del tipo "2 + 2 = 2) El conocimiento científico es un conocimiento total: lo que sea, por ejemplo, la inteligencia se agota en lo que la psicología científica me dice actualmente sobre ella. 3) El conocimiento científico es el conocimiento seguro: las dudas no son asunto de la ciencia; cuando ésta ha logrado un descubrimiento o ha formulado una ley, esta ley se cumple siempre, aquel descubrimiento vale para siempre. Una consecuencia práctica de esta concepción es la que hemos elegido para dar nombre general a este conglomerado de ideas: 4) Según ellas las predicciones científicas son infalibles: si la ciencia dice que en tales circunstancias sucederá tal cosa debe suceder; o si, por el contrario, queremos estar seguros de lo que sucederá en tal circunstancia, lo único que debemos hacer es preguntar a la ciencia. Esta mitología de la infalibilidad puede darse tanto en el ámbito La aplicación del mito de la infalibilidad de las ciencias sociales era algo que venia exigido por el propio mito una ves que el ámbito de lo social se constituyo en centro de interés científico. La consecuencia más clara de esta transferencia la tenemos en los diversos intentos del siglo XIX. En primer lugar el proyecto positivista de una sociología (y un política o administración) científica. En segundo lugar la pretendida demostración de la necesidad del socialismo con bases en el titulo del famoso opúsculo de Engels Del socialismo utópico al socialismo científico. Paradójicamente hoy el mito de la infalibilidad esta muy desprestigiado en las ciencias naturales, donde nació. Sin embargo, en las ciencias sociales se sigue manteniendo a veces de forma dogmática. La filosofía de nuestros días rara vez se defiende de forma explicita una epistemología que responda estrictamente a esta concepción mítica, solvo, si acaso, en aquellas filosofías que menos se han acercado al conocimiento científico en su concreta realidad. Sin embargo, dentro de las filosofías "científicas" se siguen cultivando concepciones muy próximas al mito de del Circulo de Viena (si es que hoy hay alguien que siga defendiéndolo) podría entenderse de un sentido muy próximo al del mito. La epistemología que subyace al mito de la infalibilidad de la ciencia es inaceptable. En primer lugar porque con ella se invalida prácticamente yoda la Quizá sea k. Popper quien mas a contribuido en la actualidad a deshacer este mito de la infalibilidad de Pero precisamente en torno el falsacionismo de Popper se podría reconstruir lo que hemos llamado la formulación débil del mito de la infalibilidad o, más exactamente, su sustitución por el mito de la objetividad y el progreso absoluto del conocimiento científico. En este nuevo mito, mucho mas vigente en la actualidad, se parte de que la ciencia es falible, de que la verdad científica no es absoluta, definitiva ni total, sino relativa, provisional y parcial, de que el conocimiento científico no es absolutamente cierto, sino, conjetural, ni las predicciones científicas son infalibles. Admitido esto, se entiende que subsisten sin embargo dos valores fundamentales en el conocimiento científico: la objetiva y el progreso. El intento fundamental de la epistemología falsacionista será precisamente hacer compatible estas creencias en la objetividad y el progresote la ciencia con la admisión inicial de la falibilidad, provisionalidad y relatividad del conocimiento científico. Puede parecer exagerado que califiquemos aquí de mito a la creencia en la objetividad y el progreso de Según el mito de la infalibilidad, la representación científica del mundo es absolutamente correcta, completa y definitiva. Según el mito de la objetividad la representación científica del mundo en un momento dado es falible, parcial y previsión, pero es la única presentación que puede corresponder con la realidad, es la única representación objetiva. Ahora bien, para justificar esta creencia se necesitara un criterio que nos permita saber cuando nuestras presentaciones son objetivas. En principio podría pensarse que este criterio es la práctica (o la verificación). Sin embargo, esta claro que la ciencia es una representación del mundo, no solamente un instrumento para su manipulación: las leyes y teorías pretenden describir el mundo tal y como es, no se limita solamente (como pretenden el instrumentalismo y el operacionalismo) a proporcionar reglas practicas para intervenir en este mundo (del tipo: "si quieres conseguir tal efecto, actúa de tal manera").Ahora bien, el criterio de la practica(o la verificación). Sin embargo, esta claro que la ciencia es una representación del mundo, no nos garantiza que la representación del mundo sobre la que nos basamos para actuar sea objetiva. Pondremos un ejemplo sacado de la parapsicología[4]: el fenómeno de las alusiones puede ser explicado por dos teorías, una que apela a los poderes diabólicos y otra que apela a factores psicológicos y neurofisiológicos. De ambas teorías se pueden derivar esquemas de verificación práctica. En el primer caso se puede demostrar como a través de un complejo También podemos citar a Popper como el autor que, de forma más representativa, ha puesto en claro, casi sin pretenderlo, que la base de la objetividad científica no es otra que el consensos o el acuerdo de los científicos. Admiramos que tal es el único criterio posible de objetividad. Lo que nos interesa señalar es que precisamente tal criterio es de tipo sociológico e histórico, es decir, relativo. Que el mundo que describe la ciencia sea para nosotros el mundo real sólo quiere decir que tal descripción se aviene bien con nuestras creencias más firmes sobre cómo es el mundo. Sin duda este mundo "objetivo" será para una espiritista pura "fantasmagoría". Y con ello naturalmente no queremos decir que los mismos derechos tiene el mundo de los espiritistas a presentarse como un mundo objetivo, sino sólo recalcar la idea de que para nosotros en el mundo objetivo no existan demonios, ello sólo (¡y nada menos!) quiere decir que no somos espiritistas. Mantener entonces la objetividad de la ciencia como un valor absoluto es una pretensión excesiva. Y de malas consecuencias para la ciencia: cámbiese el ejemplo de la parapsicología por el del psicoanálisis y se vera en seguida como la defensa a ultranza de un criterio estrecho de objetividad científica (el que corresponde aproximadamente con el programa científico del conductismo) elimina del campo de la ciencia a un conjunto de teorías sobre las que lo menos que se puede decir es que hoy por hoy siguen ofreciendo un indudable interés como programa de investigación. En general, podemos decir que el mito de la objetividad absoluta de la ciencia es una variante del dogmatismo implícito en la concepción de Si estamos dispuestos a admitir que la objetividad científica es relativa, podemos incluso aquilatar mucho más nuestras condiciones de objetividad y sus límites. Especialmente en el sentido de dar cabida en la ciencia no sólo al acuerdo, sino al desacuerdo radical entre los científicos dentro de un campo mucho más amplio que le que define la llamada evidencia establecida en un momento dado. En concreto podemos contentarnos con unas condiciones de objetividad mucho más amplias, como por ejemplo, la coherencia de la ciencia con una concepción materialista (materialismo) que actuaría como soporte ontológico de la comprensión científica del mundo. Este requisito tiene la ventaja de ser suficientemente amplio y suficientemente crítico. Sobre una base común materialista se puede criticar en realidad casi toda la evidencia establecida hasta el momento. Y sin embargo también es lo suficientemente estricto como para que en su nombre podamos descalificar las posibles pretensiones d objetividad por parte de una parapsicología que hace invocaciones al diablo[5]. Finalmente, queda claro que el materialismo es una posición filosófica típica de una cultura determinada y que, por consiguiente, la objetividad científica que en él se justifica tiene ese carácter relativo (relativo a la cultura) del que hablamos. Pero para defender todo esto hay que discutir otro de los mitos actuales sobre la ciencia: el que se refiere a su neutralidad. Antes de pasar a él, digamos todavía algo sobre el progreso científico. Para que haya progreso científico es preciso dar por supuesto que el conocimiento científico es objetivo. Pero la idea de progreso tiene un contenido más rico que la simple idea de objetividad. El conocimiento es objetivo si responde a la realidad, es progresivo si cada vez abarca más amplia y profundamente Está claro, sin embargo, que el progreso científico no tiene carácter absoluto. No se puede negar, desde luego, que la 2. El mito de la neutralidad de la ciencia. Que la ciencia es neutral es algo demasiado escuchado en nuestros días como para que nos detengamos ahora a justificar la elección de esta nota como característica de la mitificación actual de La neutralidad de la ciencia se plantea en dos dimensiones que denominaremos antológica y axiológica. La neutralidad antológica se refiere a la independencia del conocimiento científico con respecto a toda cuestión metafísica o filosófica sustantiva. La neutralidad axiológica encuentra su versión más conocida y ramplona en la idea de que la ciencia no es ni buena ni mala, sino que todo depende de para qué se utilice: justamente como si la ciencia fuera un artefacto o quizá una fuerza natural a disposición del usuario por un módico precio. Componentes más refinados del mito de la neutralidad axiológica se encuentran en la idea, también muy extendida, de que las ciencias sociales no implican si suponen ni obligan a una determinada forma de acción, sino que simplemente se limitan a proporcionar medios técnicos para conseguir fines previamente dados. Dentro de este complejo mito de la neutralidad podemos distinguir todavía diversas formulaciones. Nos contentaremos con dos que denominaremos radical y moderada. La formulación radical es también característica de una concepción positiva. Se apoya en unos cuantos prejuicios sobre la naturaleza de a) La ciencia se ocupa de hechos y sólo de hechos: las leyes que descubrenop son sino generalizaciones empíricas; b) Los hechos son independientes de las teorías e interpretaciones, es decir que sobre un mismo hecho o conjunto de hechos podemos dar en principio diversas interpretaciones teóricas, pero estas interpretaciones no afectan al dato fáctico que permanece así como piedra de toque, juez imparcial de todas las teorías; c) Entre hechos y valores o normas hay un hiato insalvable, en el doble sentido de que de los hechos no se pueden derivar normas si sirven para fundamentar valore, y en el sentido opuesto de que las valoraciones y las normas no pueden en modo alguno afectar a la objetividad de los datos fácticos sobre los que se apoya la ciencia. Esta claro que sobre estos presupuestos queda ampliamente fundamentado el mito de Pero igualmente esta claro que esta versión radical del mito de la neutralidad de la ciencia es difícilmente sostenible en cuanto se pretende ser minimamente crítico y realista. Hay en concreto dos principios que son casi axiomas de la actualidad filosofía de la ciencia y que exigen una inmediata revisión del ingenuo neutralismo al que acabamos de referirnos: 1) No hay hechos sin teorías ni observaciones sin interpretaciones. 2) No hay ciencia sin normas y valores. El primer principio está ampliamente apoyado no sólo por exigencias de la propia reflexión filosófica sobre la ciencia y su metodología, sino también por los propios resultados científicos de la psicología de la percepción y del pensamiento. De hecho el supuesto positivista (y su versión fenomenalista o empirista) de que hay hechos puros (o fenómenos o experiencias puros) se asienta sobre algunas falsas interpretaciones de datos psicológicos elementales como los de la percepción o el pensamiento. La psicología de la forma y la psicología evolutiva de J. Piaget han demostrado en la actualidad que las configuraciones perceptivas y conceptuales no son "puras", sino que en ellas intervienen inevitablemente las aportaciones del sujeto. Por otra parte, a nivel de la metodología de la ciencia, también ha sido Popper quien más ha insistido –hasta lograr generalizar su teoría- sobre la imposibilidad de constatar puros hechos independientemente Paralelamente, a nivel axiológico, se ha puesto de manifiesto, en primer lugar, que la propia ciencia es un valor o un sistema de valores[8], en segundo lugar que la metodología científica es ante todo un sistema normativo, y ello no sólo en el sentido de que por su propia naturaleza de metodología está constituida por un conjunto de reglas o preceptos (que pretender ser realización de valores científicos como la verdad, la intersubjetividad del conocimiento, etc.), sino también en el sentido de que buena parte de las reglas del método científico (y de los valore de la ciencia) son estrictamente reglas y valores morales: por ejemplo la sinceridad de las declaraciones de los científicos en los intentos de refutar teorías[9]. Por último, y por lo que respecta a la ontología o "cuestiones últimas" también esta cada vez más claro que, de una forma u otra, en el lenguaje científico se asumen postulados de existencia de determinadas entidades e incluso que en buena parte de las discusiones teóricas, tanto a nivel de las ciencias formales (lógica y matemáticas) como de las empíricas, conducen en último término a tales cuestiones ontológicas[10]. Pero sobre todo se constata fácilmente que no sólo una determinada ontología puede ser necesaria para una ciencia, sino que la más especulativa de las metafísicas puede temer incluso un valor heurístico o genético para la ciencia[11]. Basándose en estas ultimas constataciones de puede construir una crítica del neutralismo radical, bastante contundente, aunque no deje de ser por ello una nueva forma, más moderada, de neutralismo que, sin embargo, nos sigue pareciendo mítica. Por lo que se refiere a la neutralidad de la ciencia con respecto a la ontología, la metafísica o la filosofía, el neutralismo moderado pude llegar a admitir dos cosas: 1) que la ciencia habla de la realidad, no sólo de las apariencias, y en este sentido supone la aceptación de la existencia de tal mundo real, supuesto que desde luego es ontológico o filosófico; 2) que la metafísica tiene un valor de orientación e inspiración para la ciencia, en el sentido, por ejemplo, en que el atomismo filosófico puede ser un precedente de las modernas concepciones científicas atomistas. Pero, admitido esto, la línea de demarcación se impone después de forma tajante: a pesar de todas las familiaridades que pueden admitirse entre filosofía y ciencia, siempre quedará a salvo la neutralidad filosófica de ésta por el hecho simple de que la ciencia no podrá dirimir entre filosofías opuestas. Puede que una filosofía sea más adecuada que otra o más útil para la ciencia, puede suceder que de facto tal filosofía haya inspirado tales desarrollos en la Por lo que respecta ala neutralidad axiológica, la versión moderna del mito se Refugia, como último reducto inextricable, en le axioma de la llamada falacia naturalista: del hecho, en cualquier caso, no se puede pasar a un sistema de valores –entre los que habrá de contarse, por ejemplo, la libertad de expresión- , y aunque se admita también que la propia ciencia es un valor que puede servir de modelo para otras prácticas sociales (propugnando la honestidad del científico, por ejemplo, o aun la pluralidad de opiniones, etc.)[13], sigue quedando en pie el axioma fundamental del mito del neutralismo que afirma que los resultados de las ciencias son en última instancia independientes de cualquier sistema de valores, o que los valores científicos son ante todo instrumentales: la ciencia proporciona medios valiosos para realizar fines que, sin embargo, pueden ser a su vez valiosos o no; la ciencia, en fin, aunque necesita un clima de libertad para desarrollarse, puede sin embargo ser utilizada para la opresión de la libertad… sin que esto sea una cuestión de su incumbencia. En resumen, pues, la posición del neutralismo moderado podría formularse así: aunque existe una relación estrecha entre la ciencia y la filosofía, esta relación es heurística, no lógica, no afecta pues a la "esencia" de las ciencias; y aunque existe una relación entre la ciencia y los valores, esta relación es externa y unilateral: es posible que la investigación científica necesite apoyarse en un sistema determinado de valores y que, por lo tanto, en esta dirección –de los valores a la ciencia- la relación sea bastante estrecha; pero, en todo caso, en la dirección contraria sigue existiendo un hiato insalvable: la ciencia puede afectar derivadamente al sistema de valores de una sociedad pero en si misma y por si misma no crea valores: se mantiene siempre en el campo de lo que es y desde allí no puede nunca pasar a lo que debe ser. Pretender lo contrario sería incurrir en la falacia naturalista. Ahora bien, aun en esta versión moderada y llena de matices, la pretendida neutralidad ontológica y axiológica de la ciencia nos sigue pareciendo un mito. Su planteamiento y defensa sólo es posible sobre la base de una consideración abstracta de la ciencia que deja a ésta reducida a su dimensión lingüística, e incluso al aspecto puramente sintáctico del lenguaje (sintaxis). Desde el punto de vista sintáctico, en efecto, la ciencia aparece como un conjunto de enunciados que mantienen entre si determinadas relaciones lógicas (de deducibilidad) (deducción). Basta determinar un subconjunto de tal conjunto como punto de referencia básico por el que habrá que medirse todo enunciado que pretenda ser científico, para descartar ipso facto cualquier enunciado que no mantenga relaciones lógicas con el subconjunto de referencia (llámese este subconjunto el de los enunciados básicos, como en el caso de Popper, o el de los enunciados protocolares en Carnap o Neurath, o incluso el de las teorías más o menos vigentes en un momento dado). Pero basta situarse en un contexto más amplio (aun sin abandonar una caracterización lingüística de la ciencia) como es el de la semántica o la pragmática de un lenguaje para que las cosas se compliquen inmediatamente. A nivel semántico, en efecto, se plantea el problema del significado de los enunciados en cuestión y se descubre inmediatamente que tal significado no es independiente del resto de los enunciados posibles en un lenguaje dado[14], con lo cual parece que el "subconjunto de referencia" queda inmediatamente desdibujado y referido siempre a otros subconjuntos mas amplios, hasta abarcar enunciados metafísicos (e incluso, dentro de éstos, no simplemente declarativos, sino también valorativos). Entonces la justificación de un determinado criterio de demarcación –de la prioridad concedida a una significación determinada de los enunciados científicos- se presenta como una cuestión pragmática y en último término irracionalizable dentro del ámbito de los enunciados en cuestión, una especie de decisión "política". Si abandonamos además el contexto más o menos estático en que hasta aquí hemos considerado el lenguaje científico y atendemos a los procesos de desarrollo de la ciencia (procesos que caracterizan a la ciencia tanto o más- que la propia estructura lógica de ésta) entonces podemos llegar incluso a detectar en que sentido una determinada ontología (no sólo la ontología en general) es precisa para el mantenimiento y el desenvolvimiento de Finalmente, si ampliamos nuestro contexto más allá del lenguaje, a los aspectos institucionales, sociológicos, culturales de la ciencia y En definitiva, pues, parece que hay que acabar no sólo con el hiato irreductible del positivismo entre hechos y teorías, sino también con el hiato del neutralismo moderado entre teorías científicas y filosóficas. Otro tanto sucede por lo que respecta a la relación entre la ciencia y los valores. La falacia naturalista conserva todo su vigor en un nivel estrictamente sintáctico, y ello por definición de las reglas del lenguaje. A nivel semántico podría, sin embargo, discutirse si las significaciones de nuestros enunciados declarativos no están afectadas de alguna manera por valoraciones, y aún si nuestros valores no están de alguna manera apoyados por la significación que damos a nuestros anunciados declarativos[17]. A nivel pragmático el primer sentido de la relación está claramente expresado en la fórmula wittgensteiniana: el significado de un término (o una expresión) es su uso en el lenguaje. Suponiendo que los usos lingüísticos estén de alguna forma regulados por normas y dependan, por lo tanto, de valores, estos nos llevarán rápidamente a admitir que, en último término, los significados dependen de los valores[18]. Con ello sin embargo la ciencia podría seguir siendo neutral para, aunque ya no fuera neutral de (seguiría siendo neutral en sus resultados, aunque no lo fuera en su génesis). Pero la neutralidad para nos sigue pareciendo mítica, aunque para desvelar su carácter mítico tengamos que abandonar el contexto lingüístico de Elegiremos, por ejemplo, el contexto de la contrastación de las teorías científicas, contexto que, aunque rebasa el ámbito estrictamente lingüístico, nadie se atrevería hoy a afirmar que rebasa los límites de lo esencial de La estructura de la explicación científica se puede reconstruir como un esquema deductivo. Los elementos que intervienen en él son, por una parte, el enunciado A que describe un acontecimiento que hay que explicar (explanandum), por otra parte la conjunción de los enunciados (o conjunto de enunciados) que explican tal acontecimiento (explanans), entre los cuales hay que contar como mínimo con La lógica de la predicción científica responde al mismo esquema, sólo que leído en diferente dirección: se parte de una teoría T y unas condiciones iniciales C y se predice la producción del acontecimiento A que era quizá hasta entonces desconocido (en la explicación se parte del conocimiento de A). Finalmente, se suele presentar la aplicación tecnológica de la ciencia como otra variante del mismo esquema. Aquí el punto de partida es también el acontecimiento A (pero no como dato objetivo que se trata de conseguir) y Pongamos tres casos. Un caso de explicación científica: A es el calentamiento de un gas en ciertas circunstancias; para explicarlo construiremos Aceptemos provisionalmente como válida esta caracterización formal de la lógica de la explicación, la predicción y la aplicación de "Constrúyase C" es desde luego un mandato, no una declaración, pero su fundamentación no reside sólo en T (puramente declarativo), sino en la conjunción de T y "A es deseable" siendo aquí ya este último un enunciado valorativo. Así pues, si esta es la lógica de la tecnología, en ella no se da un paso del es al debe. Pero veamos con lo que sucede con la contrastación. El esquema de la contrastación es, en cierto modo, intermedio entre el de la técnica y A primera vista no parece existir un paso lógico de T a "constrúyase C" y A. Pero ninguna teoría se postula en la ciencia de forma estrictamente gratuita, sino, al menos, en función de un valor matacientífico formulable en términos de "es preciso contrastar T", y entonces el paso lógico es claro: Aquí "constrúyase C" aparece como una norma que se deduce lógicamente de la conjunción de T y los dos enunciados matacientíficos. Ahora bien, desde el punto de vista lógico T y "es preciso contrastar T" son independientes; de ahí que pueda decirse que "constrúyase C" no se deriva lógicamente de T; sin embargo, desde el punto de vista de la realidad material de investigación científica T y "es preciso contrastar T" son inseparables, de lo contrario T no sería una teoría científica, sino por ejemplo una expresión poética, mística, etc. Por consiguiente –y como afirmamos antes- T es en la práctica inseparable de "constrúyase C", esto es, la ciencia no sólo depende de normas, sino que crea normas, y los valores científicos no solamente son previos y exteriores a la ciencia, sino también internos a ella y consecuencias de ella. En este sentido, pues, la ciencia, como realidad institucional, no es neutral: impone valores y dicta normas de acción. El caso paradigmático de esta característica podría ser el imperativo de realizar pruebas neutrales (con todas las implicaciones éticas, políticas, etcétera, que conlleva) como condición (al menos así se hace ver a la opinión pública) necesaria para el progreso de la ciencia. Antes de pasar a otro punto, unas notas complementarias de lo que acabamos de decir: la primera sobre la relación entre los compromisos ontológicos y axiológicos de La segunda sobre la objetividad, el progreso y la neutralidad de La tercera sobre la contrastación y Una última observación sobre los valores y las normas en 3. Autonomía y primacía de la ciencia. Trataremos aquí un último aspecto de la actual mitología de Para entender lo que se quiere decir cuando se habla de autonomía, hay que partir de la distinción entre factores internos y externos de la ciencia, o de alguna otra distinción parecida como aspectos lógicos y aspectos empíricos (psíquicos, sociales, etc.). El mito de la autonomía se asienta sobre la concepción de que los factores internos, lógicos, son los únicos relevantes para comprender lo que podría denominarse la "esencia" de la ciencia y de su desarrollo. Por lo tanto, la filosofía de la ciencia sólo atenderá a tales factores y así concebirá a la ciencia y a su desarrollo como algo autónomo, independiente, como una realidad con una lógica propia. Pero no hace falta remitirse a filósofos de la ciencia para topar con este mito de la autonomía: las referencias a la historia y al desarrollo actual de la ciencia que se encuentran en manuales escolares o en informaciones periodísticas abundan en él. Por otra parte el culto al "genio científico", mucho más palpable, no es sino el reverso de la misma mitología. Por lo que respecta al pretendido poder determinante de la ciencia sobre otros aspectos de la vida social (a lo que aludimos en el encabezamiento de este apartado con la expresión "primacía de la ciencia"), se trata de una concepción igualmente mítica que sorprendentemente suele acompañar al mito de Utilizando terminología del materialismo histórico, podemos decir que para localizar a la ciencia en la estructura social caben dos soluciones: o bien considerarla como parte de la superestructura, o bien considerarla como parte de la infraestructura o base de Para este dilema se han dado en la actualidad dos intentos de solución. El primero vinculado a una concepción idealista de la ciencia y La solución del racionalismo crítico es, en el fondo, la más clásica y la más acorde con cierto sentido común que resulta ser en realidad bastante idealista. Se trata de postular que las ideas que mueven a los hombres son el dato fundamental para entender la acción de éstos y que la El mito de la revolución científico-técnica parte en cierto modo de postulados completamente contrarios. En principio supone una concepción materialista: la ciencia se considera como una actividad teórica, si, pero ligada a la industria a través de la tecnología. El dato empírico que apoya esta concepción es lo que ha dado en llamarse "tercera revolución industrial", cuyas notas más importantes son la aparición de la automación del proceso productivo de la vinculación estrecha que se ha impuesto entre el desarrollo científico, desarrollo tecnológico y desarrollo industrial. El fenómeno es relativamente resiente: ha adquirido su máxima importancia a partir de la segunda guerra mundial con la aparición de disciplinas como la cibernética, la teoría de la información, etc.; y el desarrollo de la electrónica aplicada al cálculo, a la programación, etc. Otros fenómenos externos que permiten localizar esta nueva configuración son perfectamente analizables en términos cuantitativos: la aceleración del ritmo de crecimiento de la ciencia constatada a través del análisis de la producción bibliográfica, del incremento de la población científica, etc.; fenómenos éstos ampliamente estudiados por la sociología y sociometría de la ciencia[21]. En la versión de la revolución científico-técnica la autonomía de la ciencia viene justificada, en cierto modo, como un aspecto de la autonomía de las fuerzas productivas de una sociedad. Se considera, en efecto, que la ciencia es una fuerza directamente productiva. A partir de aquí el carácter determinante de la evolución de la ciencia con respecto a la evolución de la sociedad se justifica de forma bastante fácil. No se tratará ya que los conocimientos científicos condicionen la acción de los hombres, agentes de la historia, sino más radicalmente, de que la revolución científico-técnica opere una trasformación en las condiciones materiales que en último término determinan las formas de la vida y la acción de los hombres en las sociedades. A partir de aquí, sin embargo, caben diversas interpretaciones sobre le sentido de esta influencia de la ciencia en Los puntos débiles de la ideología de la revolución científico-técnica radican, por una parte, en la concepción que en ella se mantiene sobre las relaciones entre ciencia y técnica. Por otra parte, en la concepción de las relaciones entre ciencia-técnica y actividad industrial. Históricamente el origen de ésta ideología tecnocrática (al menos en su versión socialista actual) radica en la sociología de la ciencia que ha puesto claramente de manifiesto los condicionamientos sociológicos de la ciencia en su desarrollo, condicionamientos tanto internos (límites de su crecimiento, etc.) como externos (dependencia con respecto a los presupuestos para investigación a la necesidad de la industria, etc.). En cualquier caso ha dejado en claro que la ciencia es una parte de la estructura social en la que influyen decisivamente factores no lógicos, no ideales, sino, por decirlo así, materiales: ha puesto, pues, de manifiesto el carácter que solemos llamar institucional de Nos parece que la única forma de evitar las ambigüedades y dar cuenta al mismo tiempo de la realidad institucional de la ciencia es volver al primitivo espíritu de Para ello, hay que partir desde una constatación importante y que pertenece también por entero a este complejo fenómeno llamado revolución científico-técnica: el hecho de que la investigación científica esté en gran parte promovida y financiada por El segundo esquema pone claramente de manifiesto que la creación de teorías, la investigación científica, no es algo autónomo. Tampoco, por consiguiente, primordial en la dinámica social. Para completar lo dicho sobre la autonomía y la primacía de la ciencia conviene discutir algunas cuestiones. La primera sobre las relaciones entre la industria y La otra cuestión que queremos tratar brevemente se refiere a la relación entre nuestro esquema de la investigación científica industrial y el esquema anterior de la contrastación de teorías. A propósito de este último veíamos como la ciencia podía ser generadora de valores y normas. Ahora puede parecer que el esquema de la investigación se orienta en dirección contraria, en la medida en que la construcción de C no es una imposición de T, sino que C es más bien una condición restrictiva para la investigación de T. Los objetivos, las normas, los valores vendrían, pues, dados de antemano. Ahora bien, la contradicción entre los dos esquemas es sólo aparente, porque en realidad cada uno de ellos se mueve en un nivel diferente. El esquema de contradicción es le esquema de un proceso de justificación de conocimientos científicos. El esquema de la investigación es un esquema de producción de conocimientos científicos. Lo que resulta de asumir ambos a la vez, cada uno en su nivel, es precisamente lo siguiente: una cosa es el mecanismo de producción de objetivos en una sociedad, otra el mecanismo de su justificación. Pues bien, la ciencia, a la luz del esquema de contrastación aparece como un generador de valores, es decir, como un justificador de objetivos. Pero los objetivos son propuestos (o producidos) por la sociedad (o, si se prefiere, por los individuos integrados en instituciones sociales). NOTAS: ________________________________________ [1] Sólo que al revés, pues si la doctrina medieval era un expediente para que la filosofía de la facultad de artes no se viera ahogada por la prepotencia teológica, la pasión de los teofilósofos actuales por demarcar, delimitar, separar su campo del de la ciencia no es si no una reacción defensiva frente a esta. [2] Tal es la idea que con frecuencia ha defendido A. [3] Dogmatismo en el cual –dicho sea de paso- se parecen mucho al positivismo aquellas filosofías que, por otra parte, "desprecian cuando ignoran", es decir, la ciencia [4] El ejemplo esta inspirado en otro que expone Feyerabend en "how to be a good empiricist." [5] En mi artículo Notas para una teoría postanalitica de la ciencia he expuesto ya esta tesis y el papel que debe jugar en una teoría de la ciencia como la del cierre categorial de G. Bueno. [6] Me complace constatar a este respecto la inspiración de Feyerabend encuentra para su critica de la metodología (cf. Contra el método) en los textos políticos de gentes como Lenin, Trotsky y Cohn-Bendit. [7] Y naturalmente, hoy por hoy, esta metodología quizá también tenga que ser "por parcelas": he ahí una salida para el replanteamiento de las diferencias entre ciencias sociales y naturales. [8] Así, por ejemplo, M. Bunge en Ética y ciencia, por citar sólo el más accesible. [9] Cf. mi artículo Formalismo y epistemología en la obra de Kart Popper. [10] Véase W. O. Quine en Desde un punto de vista lógico, especialmente el capítulo "Dos dogmas del empirismo". [11] Popper lo afirma así en Sobre el carácter de la ciencia y la metafísica, en El desarrollo del conocimiento científico, 215 s., pero sobre todo sus discípulos, como por ejemplo J. Hagáis en The nature c scientific problems and their roots in metaphysics. [12] Esto justifica una vez más la interpretación que en otras partes he dado de Popper (un moderado) como básicamente positivista. Cf. mi Idealismo y filosofía de la ciencia, especialmente el capítulo I. [13] Véase a este respecto, aparte de Ética y ciencia de Bunge, el trabajo reciente de C. París: "El reconocimiento de la pluralidad como progreso moral" en el prólogo a Ciencia y cultura. La unidad de la ciencia y la diversidad de las culturas, Symposium de la UNESCO, Madrid (en prensa). [14] En este sentido hay que entender la concepción holista de Quine. La misma tesis subyace en la crítica que hace Feyerabend de lo que el denomina el dogma empirista de la invariancia del significado. [15] Cf. M. Bunge, Foundations of physics. [16] Cf. M. Bunge, Method, model and matter y ¿Es posible una metafísica científica? También M. A. Quintanilla, Notas sobre "la metafísica en el horizonte actual de las ciencias del hombre" de J. Gómez Caffarena. [17] J. Muguerza es una de las personas que más se ha preocupado de estudiar y relativizar la famosa dicotomía entre el es y el debe. A sus trabajos debo una buena cantidad de inspiraciones para lo que aquí estoy diciendo. [18] Entre las obras que insisten en la necesidad de investigar las reglas del lenguaje desde una óptica wittgensteiniana está el serio trabajo de J L Blasco, Lenguaje, filosofía y conocimiento aunque dudo que su autor (explícitamente no lo afirma) esté dispuesto a pasar de las reglas a los valores como aquí postulo. [19] Un tratamiento amplio y matizado de todos estos esquemas en M. Bunge, La investigación científica, especialmente [20] Mal que le pese porque la negativa a aceptar este carácter determinado de la evolución del conocimiento está en la base del argumento que Popper propone como demostración de la imposibilidad de la predicción histórica, argumento que es, por otra parte, la más clara expresión de la concepción idealista de la primacía de [21] Cf. J. M. López Piñero, El análisis estadístico y sociométrico de la literatura científica y D. J. S. Price, Hacia una ciencia de las ciencias. [22] C. Paris ha expresado bien esta tensión inherente al concepto de técnica en Mundo técnico y existencia auténtica, aunque parece que al final predomina en él una especie de optimismo tecnológico, si bien propuesto como proyecto desde una postura humana y, en este sentido, nunca libre de cierto dramatismo. [23] Cf. R. Richta, La civilización en la encrucijada y Progreso técnico y democracia. [24] No hago aquí sino reproducir la interesante observación [25] Una expresión sería la atención casi exclusiva que a este fenómeno presta Comunicación en su introducción al libro de Richta, Progreso técnico y democracia. Programas de investigación científica
Por Episteme - 18 de Septiembre, 2007, 13:00, Categoría: Filosofía de la ciencia
Una metodología de los programas de investigación científica Imre Lakatos "He analizado el problema de la evaluación objetiva del crecimiento científico en términos de cambios progresivos y regresivos de problemáticas para series de teorías científicas". Estos cambios se dan en los P. I. C. el programa consiste en reglas metodológicas: algunas nos dicen las rutas de investigación que deben ser evitadas (heurística negativa), y otras, los caminos que deben seguirse (heurística positiva). Incluso como conjunto la ciencia puede ser considerada como un enorme programa de investigación dotado de la suprema regla heurística de Popper "diseña conjeturas que tengan más contenido empírico que sus predecesoras". a. La heurística negativa: el "centro firme" del programa Todos los programas de investigación científica pueden ser caracterizados por su centro firme. La heurística negativa del programa impide que apliquemos el Modus Tollens[1] a este "centro firme"; por el contrario, debemos utilizar nuestra inteligencia para incorporar e incluso inventar las hipótesis auxiliares que formen un cinturón protector en torno a ese centro, y contra ellas debemos dirigir el Modus Tollens. El cinturón protector de hipótesis auxiliares debe recibir los impactos de las contrastaciones y para defender al centro firme, será ajustado y reajustado e incluso completamente sustituido. En un programa de investigación podemos vernos frustrados por una larga serie de "refutaciones" antes de que alguna hipótesis auxiliar ingeniosa, afortunada y de superior contenido empírico, convierta a una cadena de derrotas en lo que luego se considerará como una resonante historia de éxitos, bien mediante la revisión de algunos hechos falsos o mediante la adición de nuevas hipótesis auxiliares. Por tanto hay que exigir que cada etapa de un P. I. C. incremente el contenido de forma consistente, que constituya un "cambio de problemática teórica consistentemente progresivo". b. La heurística positiva: la construcción del "cinturón protector" y la autonomía relativa de la ciencia teórica La heurística positiva consiste en un conjunto parcialmente estructurado, de sugerencias o pistas sobre cómo cambiar y desarrollar las "versiones refutables" del programa de investigación, sobre cómo modificar y complicar el cinturón protector refutable. La heurística positiva del programa impide que el científico se pierda en le océano de anomalías. La heurística positiva establece un programa que enumera una secuencia de modelos crecientemente complicados simuladores de la realidad. En los programas de investigación se habla de modelos, un modelo es un conjunto de condiciones iniciales (posiblemente en conjunción con algunas teorías observacionales) del que se sabe que debe ser sustituido en el desarrollo ulterior del programa, e incluso cómo debe ser sustituido (en mayor o menor medida). La heurística positiva es más flexible que la heurística negativa; esta avanza casi sin tener en cuenta las refutaciones, así, podemos además evaluar a los programas incluso después de haber sido eliminados, en razón de su poder heurístico, la metodología de los P. I. C. explica la autonomía relativa de la ciencia teórica, esto no es aceptado por los falsacionistas ingenuos que mantienen que siempre que una teoría quede refutada por un experimento es irracional y deshonesto continuar desarrollándola, "la vieja teoría refutada debe ser sustituida por una nueva no refutada. c. Dos ilustraciones: Prout y Bohr [2] Presenta el ejemplo de Prout, como un programa que de investigación que progresa a través de un océano de anomalías y el programa de Bohr que progresa sobre fundamentos inconsistentes. Algunos de los P. I. C. más importantes de la Con relación a un programa existen dos posiciones extremas e irracionales: 1. La posición conservadora: consiste en frenar el nuevo programa hasta que se solucione de algún modo la inconsistencia básica con relación al programa antiguo: pues es irracional trabajar sobre fundamentos inconsistentes. 2. La posición anarquista: con respecto a los programas injertados consiste en exaltar la anarquía de los fundamentos como una virtud y en considerar la inconsistencia débil, bien como una propiedad básica de la naturaleza o como una limitación última del conocimiento humano. Pero Lakatos alaba una posición racional al respecto del tratamiento que debe darse a un programa injertado, para el caso expone el ejemplo de Newton: "La mejor caracterización de la posición racional es la actitud de Newton, la posición racional es explorar su poder heurístico sin resignarse al caos fundamental sobre el que se está construyendo" se muestra así que el cambio progresivo puede suministrar credibilidad y una racionalidad a un programa inconsistente... además que en la mayoría de los casos no necesitamos refutaciones para saber que una teoría requiere una sustitución urgente. La dialéctica de los P.I.C. no es necesariamente una serie alternante de conjeturas especulativas y refutaciones empíricas. La interacción entre el desarrollo del programa y los frenos empíricos puede ser muy diversa; la pauta que se cumpla en la realidad sólo depende de accidentes históricos. d. Un nuevo examen de los experimentos cruciales: el fin de la racionalidad instantánea Sería equivocado suponer que se debe ser fiel a un P.I.C. hasta que éste ha agotado todo su poder heurístico, que no se debe introducir un programa rival antes de que todos acepten que probablemente ya se ha alcanzado el nivel de regresión. Es necesario mencionar que de hecho los P.I.C. pocas veces han conseguido un monopolio completo y ello sólo durante períodos de tiempo relativamente cortos, a pesar de los esfuerzos de algunos. La Frente a la pregunta ¿cómo son eliminados los programas de investigación? ; Lakatos dice: "tal razón objetiva la suministra un programa rival que explica el éxito previo de su rival y le supera mediante un despliegue adicional de poder heurístico". Para entender esta apreciación es necesario entender el concepto de "novedad fáctica", pues esta en relación con la capacidad de predecir un hecho nuevo sólo puede apreciarse cuando ha transcurrido un largo espacio de tiempo. "Esto indica que no podemos eliminar un programa de investigación en crecimiento simplemente porque por el momento, no ha conseguido superar a su poderoso rival, no deberíamos abandonarlo si constituyera un cambio progresivo de la problemática... mientras un programa pueda ser reconstruido racionalmente como un cambio progresivo de problemática, debe ser protegido durante un tiempo de su poderoso rival establecido. De los ejemplos establecidos por el autor (Lakatos), en los subtítulos d1, d2, d3, sólo se hará mención a la crítica contra los "experimentos cruciales": Sólo un proceso extremadamente difícil e indefinidamente largo puede establecer la victoria de un programa sobre su rival; no siendo prudente utilizar la expresión "experimento crucial" de forma apresurada. Se busca plantear la ausencia de experimentos cruciales instantáneos; pues a ello se adiciona una nueva dificultad "las enormes dificultades que existen para decidir exactamente qué es lo que aprendemos de la experiencia, qué es lo que ésta nos prueba y qué es lo que refuta". d4. Conclusión: El requisito de crecimiento continuo Los experimentos cruciales no existen, al menos si nos referimos a experimentos que puedan destruir instantáneamente a un programa de investigación, un científico apresurado puede pretender que su experimento derrotó a un programa, pero si un científico del campo derrotado propone unos años más tarde una explicación científica del experimento supuestamente crucial, acorde con el programa derrotado, el titulo de "experimento crucial" puede ser retirado y convertirse en una nueva victoria del programa "derrotado". Por tanto las teorías de la racionalidad instantánea constituyen un fracaso, la racionalidad funciona con mayor lentitud de lo que tendemos a pensar y además de forma falible. Esta exposición implica un nuevo criterio de demarcación entre ciencia madura, que consiste en programas de investigación y ciencia inmadura que consiste en una remendada secuencia de ensayos y errores. La ciencia madura consiste en P.I.C. que anticipan no sólo hechos nuevos sino también y en un sentido importante, teorías auxiliares nuevas. Este requisito de crecimiento continuo es la reconstrucción racional del requisito, extensamente aceptado, de "unidad" o "belleza de la ciencia". Lakatos comparte con Popper "la actitud dogmática de aferrarse a una teoría durante tanto tiempo como sea posible tiene una importancia considerable. Sin ella nunca podríamos descubrir qué hay en una teoría, abandonaríamos la teoría antes de haber tenido una oportunidad real de descubrir su poder y consiguientemente ninguna teoría sería nunca capaz de desempeñar su función de poner orden en el mundo, de prepararnos para acontecimientos futuros, de llamar nuestra atención hacia acontecimientos que de otro modo nunca observaríamos" Continúa Lakatos "yo miro la continuidad de la ciencia a través de unas gafas popperianas; donde Kuhn ve paradigmas (socio-psicológico), yo veo también "programas de investigación" racionales", en esta última apreciación "racionales" está pensando en Popper. [1] Esta regla denominada también el Tollendo Tollens, la cual denotamos por TT, establece que dado un condicional y la negación de su consecuente, podemos concluir la negación de su antecedente p entonces q (premisa 1) -q (premisa 2) -p (conclusión) [2] En este apartado por tratarse de ejemplos de la ciencia física no haré una síntesis del mismo, me limitare a extraer las ideas que puedan constituir herramienta lógica y metódica para el análisis de la contabilidad que es el tema que nos compete. Fundamentos de Filosofía de la Ciencia
Por Episteme - 18 de Septiembre, 2007, 12:41, Categoría: Filosofía de la ciencia
SEMINARIO DE EPISTEMOLOGÍA LUZ, Maracaibo, 2003 En Díez, José y Moulines, C. Ulises (1999): Fundamentos de Filosofía de Panorama sucinto de la historia de la filosofía de la ciencia En sentido estricto, la filosofía de la ciencia, como disciplina filosófica específica y sociológicamente identificable, es relativamente joven, se origina en el cambio de siglo y se asienta definitivamente en el período de entreguerras. Sin embargo, en un sentido más amplio, la filosofía de la ciencia es tan antigua como la filosofía misma. Uno de los principales fenómenos objeto de la reflexión filosófica casi desde los inicios de la filosofía es el conocimiento humano. Ahora bien, parece hoy día generalmente admitido que el conocimiento humano encuentra su máxima expresión en el conocimiento científico, el cual, aunque especialmente importante a partir de No podemos exponer aquí la historia de la filosofía de la ciencia con mínimo detenimiento, tarea que exigiría por sí misma un tratado de la misma extensión, sí no más, que el presente. Aquí sólo podemos señalar muy someramente los hitos más sobresalientes en el desarrollo de nuestra disciplina (para un estudio más detenido, aunque todavía abreviado, de toda su historia, cf. Losee, 1972; para la historia reciente, cf. p.ej. Brown, 1977 y Echeverría, 1989). Por lo demás, una porción considerable de la evolución de temas, corrientes y autores a partir de El advenimiento de la llamada "Revolución Científica" (no discutiremos aquí la pertinencia o no de esta denominación), fenómeno cultural cuyos inicios pueden fecharse con los trabajos de Simon Stevin en mecánica y Johannes Kepler en astronomía, a principios del siglo XVII, y cuya conclusión puede verse en la síntesis newtoniana al final del mismo siglo, proporcionó pronto material científico suficiente como para que algunos pensadores, ya fueran ellos mismos científicos practicantes o no, se pusieran a reflexionar sobre lo que ellos u otros hacían al hacer ciencia empírica. Las cuestiones de método pasaron al primer plano de esta reflexión, siendo la pregunta fundamental: ¿cuáles son las reglas que determinan el buen método de investigación científica? Por eso podemos caracterizar estos primeros conatos de una reflexión de segundo orden sobre la ciencia como una filosofía principalmente normativísta. El tratado más sistemático, divulgado e influyente de metodología científica en esta época fue el Novum Organon de Francis Bacon, cuya concepción puede considerarse precursora de una curiosa combinación de la metodología inductivista con la hipotético-deductivista en el sentido actual. Bacon no fue en rigor un científico profesional, sino precisamente alguien que hoy día consideraríamos como un especialista en filosofía de Si la actitud normativista es lo que caracteriza estos primeros conatos de la filosofía de la ciencia en el siglo XVII, en cambio, en el siglo siguiente, cuando la idea general de una ciencia matemático-experimental ya estaba bien establecida, es más bien el punto de vista descriptivista el que predomina en los estudios sobre En contra de lo que a veces se supone, no hay una filosofía de la ciencia verdaderamente tal en los empiristas británicos del siglo XVIII. Lo que hay en ellos es una teoría crítica del conocimiento humano en general, la cual tiene implicaciones para la filosofía de la ciencia sólo en la medida en que ciertos temas muy generales de la filosofía de la ciencia son también temas de la teoría del conocimiento (por ejemplo, percepción, causalidad, inducción) y en el sentido de que si se cuestiona toda forma de conocimiento humano, ello obviamente también tiene consecuencias para la forma específicamente científica del mismo. De hecho, las filosofías de Berkeley y Hume no planteaban tesis precisamente constructivas con respecto a la ciencia establecida de su tiempo: Berkeley no creía en la relevancia de la matemática para el conocimiento empírico, y Hume no creía ni en la causalidad ni en la inducción; pero precisamente estos tres elementos, matematización, causalidad e inducción, constituían los pivotes de la síntesis newtoniana (y no sólo de ella). La filosofía de la ciencia no recibe un nuevo impulso hasta finales del siglo XVIII con la obra de Immanuel Kant. La filosofía trascendental kantiana (especialmente en sus planteamientos de la Crítica de De los filósofos del idealismo alemán posteriores a Kant no puede decirse propiamente que hicieran contribuciones significativas a la filosofía de la ciencia, al menos tal como entendemos ésta hoy en día. Más bien se trató en ellos, sobre todo en Hegel y Schelling, de una filosofía de la naturaleza, es decir, una especulación filosófica directa (de "primer orden") sobre la realidad empírica, basada en sus propios sistemas metafísicos. En realidad, estos filósofos se mostraron muy escépticos, cuando no abiertamente opuestos, al espíritu de la ciencia empírico-matemática moderna, tal como ella se desarrolló a partir del siglo XVII. Con cierta benevolencia, podría verse en sus especulaciones el intento de formular un programa alternativo al de la ciencia moderna, proyecto que al final condujo a un callejón sin salida. La filosofía de la ciencia como explícita reflexión de segundo orden sobre la ciencia retorna vuelo en la primera mitad del siglo XIX con la obra de Auguste Comte, el fundador del positivismo. Dentro de la clasificación general de enfoques que hemos presentado más arriba cabría considerar el enfoque comtiano como primordialmente descriptivista: se trata de presentar la totalidad de las disciplinas establecidas de su tiempo dentro de un esquema jerárquico general, tanto en perspectiva sincrónica como diacrónica. Ahora bien, de su descripción general de lo que considera el estado de la ciencia de su época, Comte saca también algunas consecuencias normativas acerca de cómo hacer "buena ciencia", que posteriormente iban a tener bastante influencia en los practicantes mismos de algunas disciplinas, como la medicina y las ciencias sociales. Un enfoque parecido puede verse en otro autor de mediados del siglo XIX, John Stuart Mill, en quien, sin embargo, la problemática metodológico-normativa iba a jugar un mayor papel, y a tener una influencia posterior más profunda, que en el caso de Comte. Los planteamientos kantianos, que habían quedado eclipsados por largo tiempo, retoman con vigor a finales del siglo XIX y principios del XX, con una serie de corrientes, escuelas y autores que, aunque muy distintos entre sí, toman su fuente de inspiración más de Kant que del positivismo inmediatamente anterior, y con ello elaboran enfoques más bien interpretativos (metateóricos) en el sentido apuntado más arriba. Los filósofos de la ciencia más obviamente influidos por Kant fueron, por supuesto, los neokantianos, con Ernst Cassirer a la cabeza, quienes trataron de compaginar del mejor modo posible los principios de la teoría kantiana original con los nuevos desarrollos de las ciencias, especialmente de El otro gran puntal para la constitución de nuestra disciplina fue la lógica moderna, establecida de nuevo cuño por Gottlob Frege en el último cuarto del siglo XIX, y que iba a ser consolidada y propagada por los Principia Mathematica de Bertrand Russell y Alfred N. Whitehead a principios del siglo XX. Como parte de este otro puntal habría que incluir, en realidad, no sólo la lógica en sentido estricto, sino la filosofía de la lógica y las investigaciones sobre fundamentos de las matemáticas iniciadas en esa época por los propios Frege y Russell, pero no sólo por ellos, sino por muchos otros autores, entre los que cabe mencionar a David Hilbert y Ludwig Wittgenstein. Sobre estos dos puntales -el del contenido de los temas y planteamientos, debido a los físicos-filósofos de fines del XIX y principios del XX, y el del método, debido a los lógicos y fundamentadores de las matemáticas- se constituye, inmediatamente después de A este período constituyente siguió, después de Sobre las contribuciones de los enfoques posteriores a la filosofía clásica de la ciencia nos extenderemos en los capítulos 7, 9, 10, 12 y 13. Aquí indicaremos sucintamente sus rasgos más sobresalientes. Aparte de ciertos desarrollos colaterales, en la filosofía "posclásica" de la ciencia pueden identificarse dos líneas claramente distinguibles: por un lado, la corriente historicista, y por otro, las concepciones llamadas frecuentemente semánticas, aunque quizás sería más propio calificarlas de modeloteóricas o representacionalistas (ninguna de estas denominaciones es completamente apropiada, pero de momento no disponemos de otras mejores; quizás algún futuro historiador de las ideas logre forjar una clasificación más adecuada). Estas dos líneas tienen orígenes y motivaciones muy diferentes, pero no por ello son necesariamente incompatibles; como veremos en diversas partes de esta obra, en el caso de algunos enfoques particulares de una y otra línea (como el kuhniano y el estructuralista) puede hablarse de un acercamiento o principio de síntesis. Por otro lado, e independientemente de su diferente origen e intereses, ambas líneas se caracterizan en buena medida por su vocación de ruptura, por su oposición a una serie de elementos, diferentes en cada caso, considerados esenciales de la concepción clásica. En la corriente historicista, la oposición es mucho más manifiesta y genera abierta polémica; en los enfoques semánticos la oposición es más sutil, pero en algunos de sus aspectos igual de radical, si no más. Sin embargo, y sin negar los elementos reales de crítica profunda presentes en estas nuevas orientaciones, la ruptura es menos drástica de lo que a veces se pretende; los elementos de estas nuevas concepciones que provienen de la etapa clásica son, incluso en el caso de los historicistas, más numerosos y significativos de lo que con frecuencia se piensa, principalmente respecto del ámbito de problemas abordados y de algunos de los conceptos más básicos utilizados para el análisis. Por lo que a la revuelta historicista se refiere, aunque en las décadas anteriores hay algunos precursores de la crítica historicista a la filosofía clásica de corte "positivista" (principalmente Ludwik Fleck y Michael Polányi), la corriente historicista se hace fuerte como nueva alternativa a partir de los años sesenta, principalmente con los trabajos de Thomas S. Kuhn, Paul K. Feyerabend e Imre Lakatos, entre los que destaca de modo particular La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn, aparecido en 1962. Estos trabajos se autoconciben (y así son también interpretados por el público interesado) como una "rebelión" contra la filosofía de la ciencia establecida, tanto en su vertiente "carnapiana" como en la "popperiana". El principal y más explícito reproche que estos autores hacen a la filosofía clásica de la ciencia estriba en que ésta no se tomara la El énfasis puesto en la relevancia de los estudios historiográficos para la filosofía de la ciencia parece ir aunado, en los autores historicistas, con un desprecio total por el uso de métodos formales en nuestra disciplina. Por ello se ha calificado a veces a la filosofía historicista de la ciencia como una filosofía "anti-formalista" por oposición a la filosofía "formalista" clásica. Sin embargo, esta divergencia es menos significativa de lo que puede parecer a primera vista. Por un lado, no todos los autores o enfoques importantes dentro de lo que hemos dado en llamar filosofía clásica de la ciencia hicieron uso sistemático de métodos formales; por ejemplo, dos de los más característicos tratados de dicha filosofía, La lógica de la investigación científica de Popper y La estructura de la ciencia de Nagel (que suelen considerarse como objetivos de ataque por parte de los historicistas), apenas utilizan alguna formalización. Por otro, no todos los autores historicistas se mostraron tajantemente adversos a los métodos formales. Si bien Feyerabend se declara explícita y enfáticamente antiformalista, Kuhn y Lakatos, por su lado, no rechazan por principio la oportunidad de la formalización en ciertos contextos, sino sólo el modo específico en que sus adversarios "clásicos" lo hicieron. Más significativa es otra divergencia con la filosofía clásica de la ciencia que, aunque planteada de manera más implícita que explícita, iba a resultar a la larga más profunda: los historicistas proponen una noción intuitiva de teoría científica mucho más compleja, que pone de manifiesto el carácter excesivamente simplista del concepto de teoría común tanto a carnapianos como a popperianos (cf. cap. 9); esta innovación es la que se encuentra muchas veces tras polémicas aparentemente centradas en otras cuestiones (cf. cap. 12 §5). Esta última es también la objeción más fuerte y explícita que hace la otra línea de la nueva filosofía de la ciencia, la de las concepciones semánticas o modeloteóricas: la idea clásica de tomar las teorías científicas simplemente como sistemas axiomáticos de enunciados es demasiado primitiva e inadecuada a la complejidad estructural de las teorías. Con esta crítica general está emparentada otra de carácter más particular, pero no menos importante: la escasa importancia que revisten en la filosofía clásica de la ciencia los estudios de casos, es decir, el análisis y la reconstrucción detallados de ejemplos reales de teorías científicas. Por ello, es característico de las concepciones semánticas (si no de todas, al menos sí de una gran parte de ellas) el haber dedicado una gran porción de sus esfuerzos al análisis muy detallado de teorías concretas, al menos mucho más que la corriente clásica, y también que la historicista. Esta línea es en parte anterior y en parte posterior a la línea historicista. En realidad, aún menos que la filosofía clásica de la ciencia y que la historicista, puede hablarse aquí de una concepción unitaria. Se trata más bien de una familia muy difusa de enfoques. Sus raíces comunes están en los trabajos de reconstrucción de teorías de Patrick Suppes y sus colaboradores (especialmente Ernest W. Adams) en los años cincuenta y sesenta. Éstos inspiraron la emergencia del estructuralismo metateórico de Joseph D. Sneed y Wolfgang Stegmüller en los años setenta y del empirismo constructivo de Bas van Fraassen en los años ochenta. A esta familia pueden asignarse también los trabajos de Frederick Suppe y Ronald Giere en EE.UU., del grupo polaco alrededor de Marian Przelecki y Ryszard Wójcicki, y los de Carecemos todavía de la suficiente perspectiva histórica para presentar una evaluación mínimamente ajustada de los desarrollos en la filosofía general de la ciencia de los últimos años. Concluiremos este breve recuento histórico señalando solamente lo que, al menos a primera vista, parecen ser rasgos notorios de la situación actual. Por un lado, la filosofía historicista de la ciencia parece haber dado todo lo que podía dar de sí, al menos como propuesta de metateorías generales. Ella parece haber desembocado, o bien en una pura historiografía de la ciencia, o bien en un sociologismo radical de corte relativista y frontalmente adverso a cualquier teorización sistemática (que no sea sociológica). En cambio, los enfoques de la familia semanticista han seguido desarrollándose y articulándose como metateorías generales de la ciencia; una tendencia que parece cada vez más fuerte dentro de al menos parte de esa familia estriba en combinar la línea modeloteórica general con conceptos y métodos de las ciencias cognitivas y de programas computacionales de simulación. Asimismo es notoria la proliferación cada vez mayor de estudios de casos, es decir, de interpretaciones y reconstrucciones de teorías particulares de las diversas disciplinas, inspiradas de modo implícito o explícito en las metateorías generales, pero que también pueden llevar a una revisión de estas últimas. Se trata en lo esencial, pues, de un desarrollo acelerado de lo que más arriba hemos caracterizado como filosofía especial de la ciencias, la cual, como hemos advertido, no es tema de este libro. Otros mensajes en 18 de Septiembre, 2007
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