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Movimiento internacional de los capitales
Por Episteme - 12 de Abril, 2008, 23:47, Categoría: Capitalismo
Causas y consecuencias del movimiento internacional de los capitales Ninguno de los teóricos del estancamiento crónico en los países dependientes del imperialismo supo proyectar como es debido las enseñanzas de esta evidencia empírica del desarrollo internacional desigual. Todavía en 1972, Ernest Mandel seguía viendo un mundo económico dual inamovible, donde el ritmo de crecimiento de los países imperialistas, es constantemente mayor al de los países de su periferia:
En todo caso, Mandel acepta un desarrollo industrial que el imperialismo dosifica convenientemente con medios de producción obsoletos. Y piensa que esto es así por la existencia de una división internacional del trabajo supuestamente cristalizada, dando también por supuesto que el movimiento internacional de capitales del centro a la periferia está en función exclusiva de las mayores tasas de ganancia en los países dependientes, como si el movimiento del capital en los países dependientes se rigiera por leyes capitalistas especiales. A nosotros nos parece que esta es una aplicación errónea y, por tanto, inconsecuente de la Ley general de la acumulación capitalista. En primer lugar, porque es falso que el movimiento internacional de capitales tenga su causa eficiente o necesidad en las diferentes tasas nacionales de ganancia. Dado que las crisis típicas de superproducción de capital se vienen produciendo desde 1857, de aceptarse el supuesto de que los capitales emigran bajo el influjo exclusivo de las distintas tasas internacionales de ganancia, habría que explicar por qué la exportación de capitales se presentó por primera vez como un comportamiento común a las burguesías de todos los países desarrollados recién en la etapa superior del capitalismo y no antes. El movimiento internacional de capitales tiene que haber obedecido, pues, a una fuerza objetiva del sistema en su conjunto y no a la decisión discrecional de uno u otro sector de ella. ¿De dónde ha surgido esta tendencia objetiva? Una vez más del cumplimiento de la ley general de la acumulación capitalista descubierta por Marx. En efecto, dados los límites de la jornada laboral media individual que no puede extenderse más allá de las 24 horas, si se acepta que la tendencia histórica del capital consiste en apoderarse de una creciente cantidad de trabajo necesario para convertirlo en excedente, el caso es que según aumenta la fuerza productiva del trabajo y la composición orgánica del capital, está en la misma lógica objetiva del sistema que la parte del trabajo colectivo necesario disponible para ser capitalizada disminuye, y el capital acumulado en cada período de rotación se incrementa más rápidamente que el trabajo excedente. Bajo tales condiciones, según avanza el proceso de acumulación el sistema sale de cada crisis de sobreproducción de capital con una composición orgánica más alta y, consecuentemente, con una masa de capital en funciones mayor. En semejantes condiciones tiene que llegar un momento del proceso en que los países de mayor desarrollo económico desembocan en la sobreacumulación de capital, situación sólo superable mediante la exportación creciente de capitales o el desvío hacia mercados especulativos. Este fenómeno deja de ser simplemente ocasional o episódico, limitado a las crísis, para pasar a ser crónico. Típico y necesario en todos los países de desarrollo capitalista avanzado. Este razonamiento se basa en la idea fundamental de la contradicción inmanente al modo de producción capitalista, entre el proceso de trabajo y el proceso de explotación asalariada, entre la ilimitada capacidad expansiva de las fuerzas productivas y la limitada posibilidad de valorización del capital sobreacumulado. Aquí radica la diferencia señalada por Lenin entre el capitalismo de libre competencia y el capitalismo monopolista
Marx demostró la imposibilidad de una ilimitada inversión de capital en un determinado país o conglomerado de países y enunció las condiciones bajo las cuales debe surgir la absoluta sobreacumulación de capital que no admite unidades adicionales de valor capitalizables. La continuidad de todo proceso de acumulación exige plusvalor. Pero el plusvalor es trabajo, y la masa de población explotable en cada país está objetivamente determinada, es de una magnitud dada; y con una composición orgánica del capital también presupuestada, de una determinada población disponible sólo se puede extraer una determinada masa máxima de plustrabajo. Respecto a eso de que el componente material del capital imperialista invertido en los países dependientes es técnicamente obsoleto y de composición orgánica menor que en sus países de origen, esto merece una matización. Está demostrado empíricamente que aun antes de la etapa imperialista del capitalismo, los países atrasados receptores de capital excedentario procedente de las métrópolis más desarrolladas, incorporaron en poco tiempo las técnicas de producción capitalistas más avanzadas. En una carta a Nikolai-on fechada el 15 de noviembre de 1878, Marx reporta que en unos pocos años, el capital extranjero invertidio en EU.UU. ha operado transformaciones cuya realización en Inglaterra demandó siglos. Trotsky observa el mismo progreso experimentado por la industria Rusa desde los tiempos de Pedro el Grande:
Y polemizando con Bauer, Gorssman actualiza la verificación de esta misma tendencia histórica en 1929:
Por lo tanto, según progresa la acumulación del capital social crece el número de países que alcanzan la sobresaturación. Si los primeros países excedentarios de capital fueron Inglaterra y Francia, pronto se le sumaron los EE.UU. de norteamérica e inmediatamente otros a menor escala como Bélgica, Suiza, Holanda, Suecia, Alemania, Italia y más recientemente Japón y España. Y a medida que aumenta el número de países exportadores netos de capital y se acrecienta su masa excedente, es inevitable que la lucha entre las distintas fraciones del capital imperialista por las localizaciones para la inversión productiva se intensifique. Un primer efecto de esta nueva realidad es, pues, la tendencia irresistible al aumento en la composición orgánica del capital de los países anfitriones económicamente dependientes en las ramas de la industria donde opera el capital extranjero. De la competencia por el mercado del automóvil en el contexto del Mercosur entre la Wolkswagen radicada en Brasil y la Ford en Argentina, por ejemplo, tiene necesariamente que resultar un aumento de la composición técnica y orgánica del capital en la rama del automóvil de ambos países. En un artículo donde cita un estudio elaborado en 1984 por J.L. Tauille: Microelectronics, automation and economic development: The case of numerically controlled machine tools in Brasil", J.P. souza se refiere a las condiciones del uso y fabricación de Máquinas-herramientas de control numérico o aplicación de la informática a los medios de trabajo en Brasil, o sea, la producción semiautomatizada:
En este mismo trabajo Costa Souza reporta que en 1984 había en Brasil 50 robots, la mitad de ellos funcionando en las fábricas de automóviles, aclarando que:
lo cual es elocuente en el sentido de que estos progresos tecnológicos obedecen a los puros efectos de la ley general de la acumulación capitalista determinados por el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel planetario. Respecto de Argentina, según informaciones recibidas directamente de especialistas en automatización que hace un año visitaron la Ford y la Volkswagen de Argentina, el grado de adelanto tecnológico que vieron allí es notable: decenas de robots funcionando en cooperación para la soldadura por puntos y pintado de los coches denotan una inversión tecnológica de primera línea. En este mismo país, los ingenieros de Siderca han desarrollado un equipo basado en visión artificial e iluminación con laser para control de calidad de la producción siderúrgica. Desde esta empresa radicada en Argentina se están transfiriendo una cantidad de conocimientos técnicos y equipamientos a su homóloga "Dálmine" en Italia, que opera con un atraso relativo de 15 años. No solo se transfiere tecnología, sino equipos gerenciales con técnicas de gestión determinadas. En general, la tecnología de la industria metalúrgica latinoamericana aventaja considerablemente incluso a la de los EE. UU. Otra empresa argentina, YPF (ahora Repsol), también opera con tecnología de última generación. Según fuentes de toda solvencia profesional, esta empresa petrolífera cuenta con una válvula para la extracción de petróleo que un operario ubicado en la destilería abre o cierra pozos petrolíferos situados a más de mil kilómetros de distancia, accionando un comando vía satélite con el ratón de una computadora. Tenemos también el caso de los teléfonos celulares y de la televisión por cable. Estas dos tecnologías llevan implantadas masivamente en Latinoamérica desde hace por lo menos 20 años, cosa que recién hace poco se popularizó en Europa. Otro tanto pasa con el uso de internet y desarrollos de programas de computación (software) en zonas capitalistas periféricas. Tenemos el caso de la India, uno de los principales países en desarrollos de software. Ciertamente, no son estos más que ejemplos aislados. Países como Argentina, Brasil o la India siguen siendo economías trabadas, con muy pocas vinculaciones con los mercados internacionales en lo que respecta a producción y exportación de tecnología. Constituyen una parte todavía insignificante del desarrollo tecnológico mundial. El ejemplo más acabado de ello es la escasa proporción que ocupan las exportaciones no tradicionales en sus economías. Según datos del Banco Mundial para 1999, las exportaciones argentinas y brasileñas de productos avanzados constituyen aproximadamente el 9 y el 7% del Producto Bruto Interno respectivo; están entre los más bajos del mundo. La Argentina y Brasil son dos de las economías más cerradas del mundo. Cada uno exporta al otro y así cuando, en realidad, las dos economías carecen de competitividad en los mercados mundiales, con la única excepción del Mercosur. Pero no es menos cierto que los datos que aportamos aquí constituyen una tendencia que la ley del valor no hará más que afianzar. Esta realidad actual del capitalismo desmiente, pues, la tesis de la presunta obsolescencia técnológica cristalizada que acompaña a la inversión del capital imperialista en los países dependientes. Estas ideas de los teóricos del estancamiento permanente en los países dependientes del imperialismo, se reforzaron -como hemos visto ya en este trabajo- con las teorizaciones sobre el monopolio, y su supuesta capacidad para manejar a voluntad los precios y la marcha de la economía. a expensas de los capitales de menor envergadura. Baran y Swezzy, Amin, Palloix y muchos otros, confirieron a los monopolios un poder discrecional para evitar la generalización de las relaciones capitalistas en los países dependientes, a fin de garantizar las ganancias extraordinarias derivadas del intercambio o de la inversión directa de capitales. En realidad, durante los diez primeros años de la segunda postguerra, el lento progreso de las fuerzas productivas en paises periféricos con estructuras capitalistas acabadas, como Brasil, Méjico, Argentina, Chile o Egipto, en modo alguno fue inducido por el capital imperialista, sino que tuvo su causa fundamental en proyectos de acumulación a caballo de burguesías nacionales débiles a cargo industrias subsidiadas, ancladas en la ineficiencia al amparo de barreras políticas, verdaderos monopolios artificiales que fijaron el atraso relativo en estas áreas de explotación del trabajo social, impidiendo la necesaria difusión del progreso técnico por la única via posible bajo el capitalismo: la competencia. Esto es lo que la ley del valor debió remover y lo vino haciendo desde el inició de la onda larga depresiva tras la inconvertibilidad del dólar en 1971. Así fue como la verdad o no verdad de la proposición acerca del estancamiento crónico de la periferia capitalista –que no tiene nada que ver con el pensamiento de Marx ni de Lenin- ha sido resuelto por la evolución de la realidad económica en la periferia capitalista durante los últimos cuarenta años. Según datos tomados de diversas fuentes por R. Astarita y O Colombo en: "Revalorizando la dependencia a la luz de la crítica de la tesis del estancamiento crónico", entre 1960 y 1968 las economías capitalistas adelantadas crecieron a tasas anuales del 5,2%, y los países subdesarrollados al 5,3%; entre 1968 y 1979, los primeros lo hicieron al 3,5% anual, y los segundos al 6,2%. Entre 1960 y 1968, las industrias de los países atrasados crecieron a un rítmo del 8,5% anual, y entre 1969 y 1979 al 6,4% (datos tomados de Ominami, C."Le tiers monde dans la crise". París, La Découverte 1983). Entre 1970 y 1980 el crecimiento del valor agregado en la manufactura de los países latinoamericanos fue del 6,4% anual y en el Este y Eudeste asiático del 11,5% anual (datos de Ayres y Clark: "Capitalism, Industrialisation and Dependency" en "Capital & Class>"Nº 64 1998);el empleo industrial en los países subdesarrollados creció, entre 1971 y 1982, el 58% (dato tomado de A. Callinicos: "Contra el postmodernismo", Bogotá, El Áncora Editores, 1993, p.239). Además la extensión y profundización de las relaciones capitalistas se registraron en el comercio, transporte y otros rubros de "servicios". Este crecimiento de la periferia capitalista no se operó gracias a las "burguesías nacionales progresistas" de la periferia capitalista sino muy a pesar de ellas. Y la sangre derramada en todo este proceso, desde el genocidio perpetrado por la burguesía internacional en el Cono Sur de América Latina, hasta los recientes acontecimientos en Yugoslavia, es parte de lo que el proletariado mundial está pagando por mantener hipotecada su acción -y el futuro de la humanidad- a un antiimperialismo pequeñoburgués pacato y anacrónico. En los años ochenta, si bien América Latina y Africa subsahariana sufrieron una profunda recesión, la zona asiática experimentó un desarrollo notable: entre 1982 y 1993 Corea del Sur tuvo una tasa anual de crecimiento del 9,6%, Tailandia del 8,3%. Hong Kong y Malasia superiores al 6% e Indonesia del 6,7%. Si a esto sumamos el crecimiento de China, que está en un proceso de transformación capitalista y recibe cuantiosas inversiones externas, nos da como resultado que una parte del planeta que abarca casi el 60% de la población mundial ha tenido altos índices de crecimiento. Según datos tomados de Ayres y Clark, en los ochenta el valor añadido en la industria manufacturera en el subcontinente indio aumentó a una tasa anual del 6,1%, en el Este y Sudeste asiático al 8,8%, y en la zona Norte y Occidental de Africa al 4,3% anual.. Disponible en: http://www.nodo50.org/gpm/decadencia/09.htm |